Ya viene el cortejo, ya viene el cortejo, ya se oyen los claros clarines de las tropas españolas en el día de la patria, de la nación «discutida y discutible» para el presidente del Gobierno, el pacifista Zapatero, que sentado se quedó al paso de la bandera americana en protesta por la guerra de Iraq de Bush, y que ahora se arrodillará al paso de la enseña de las barras y las estrellas que ondea junto a las tropas que el nuevo emperador y premio Nobel de la Paz, Barack Obama, envía a la guerra ilegítima de Afganistán, en defensa de ese reyezuelo medieval que se llama Karzai, y al que ayer la ONU acusó de un gigantesco fraude en las recientes elecciones presidenciales.
Ya viene el cortejo de las tropas españolas que repudia el PNV de Urkullu para que no pisen el suelo español de Euskadi, mientras el burro volador de Erkoreka implora a la Armada española que escolte a los pesqueros de esas tierras que navegan por el Índico, ocultando el pabellón español y dejados sus tripulantes de la mano de Dios, y de la de España que sí tiene soldados para morir en la ignominiosa guerra de Afganistán pero no para acompañar a pescadores españoles y defenderlos de la piratería somalí. ¡Qué contraten mercenarios!, les dice la Chacón tumbada en el jacuzzi que se hizo instalar en su piso oficial del Ministerio de Defensa.
Y ahí vienen, desfilando marciales, las tropas, los nuevos remplazos que van a aumentar la presencia española en esa guerra infame y mentirosa de Afganistán. Ahí van los morituri que el pacifista Zapatero, defensor de la Alianza de las Civilizaciones y guerrero contra los talibanes del Islam, le ofrece al Nobel de la Paz -se merece más el Nobel de Literatura- a cambio de un saludo y unas fotos en el salón oval de la Casa Blanca, a sabiendas los dos, como lo saben, de que habrá muchos más funerales como el del joven Cristo recientemente enterrado en Canarias.
Ya viene el cortejo, y de milagro, porque el año pasado la ministra Chacón, que debería llevar el desfile a Barcelona para que aplaudan a las tropas todos sus compañeros del PSC, se lo cargó. Y lo sustituyó por un divertimento playero en Santander con la mentira y el pésimo argumento de que no había dinero para el desfile. ¿Y sí hay para ir a la guerra? En realidad, tanto a ella como a Zapatero el desfile militar de la fiesta de la nación española no les gusta. Les recuerda el «desfile de la victoria» del franquismo, y todavía no se han enterado de que este Ejército, valiente, mal pagado y ejemplar es de la democracia, y de toda España. Y es a España y a los españoles a los que deben defender y no a ese fantoche y violador de los derechos humanos, las libertades y la democracia que se llama Karzai.
Ya viene el cortejo y el CNI, patas arriba con ceses y dimisiones que no le dejan poner orden y concierto al general Sanz, hoy al mando de una agencia de espionaje que se cargó a su anterior director haciendo públicos todos los chismes y secretos de su jefe, y dejando en evidencia que «la casa» es un colador de información.
Ya viene el cortejo, mientras en las cancillerías occidentales nadie sabe, ni en Washington, París, Londres y Berlín, qué hacer con los ocho años de tan larga guerra de Afganistán, que además está perdiendo la OTAN. No saben si mandar más tropas, si comenzar la retirada y dejar a los afganos para que se arreglen entre ellos como lo hicieron los vietnamitas y ahora lo hacen los iraquíes. Nadie sabe nada, excepto Zapatero en Madrid, que ya ha decidido (con la bendición del belicoso PP) enviar 220 soldados más a ese matadero incontrolable, al que para colmo acuden nuestra tropas «en misión de paz», con protocolos más propios de una ONG, y provocando el malestar entre nuestros aliados, amén de una cierta vergüenza de nuestra tropas y mandos allí destacados.
¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines,
la espada se anuncia con vivo reflejo;
¡Ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!
Pablo Sebastián