Es posible que esté empezando una guerra monetaria que sea la continuación de la crisis económica. Esta semana el dólar se cae y el oro, ese metal refugio de inversores desdeñado por Marx, alcanza sus máximos históricos. Los Bancos Centrales asiáticos han estado interviniendo en los mercados de divisas comprando dólares a mansalva para evitar que sus monedas se revalúen y sus exportaciones caigan.
Todos, Corea, Tailandia, Hong Kong, Filipinas acuden en ayuda de un dólar que se cae bajo el peso de la situación de la economía americana y de los supuestos complots contra su papel como moneda de reserva que esta semana han llenado de especulaciones la prensa y los mercados mundiales.
En realidad, al dólar no le hacen falta demasiadas conjuras para que su cotización tienda a la baja. Los inversores deberían huir de la moneda de un país cuyo déficit público alcanzará este año el 13% del PIB, con tipos de interés prácticamente nulos, un déficit comercial abismal y en el que el paro sigue creciendo a pesar de los planes de estímulo de su gobierno. Si no fuera porque ese país tiene lo que De Gaule llamaba «el privilegio exorbitante» de emitir la moneda de reserva mundial en la que están nominados la mayor parte de los intercambios mundiales y en particular el petróleo.
Pero puede que ese privilegio haya llegado al principio de su fin. Así al menos lo anunciaba esta semana el periódico de izquierdas británico The Independent, explicando las negociaciones secretas entre Rusia, China, Japón y algunos países europeos capitaneados por Francia para reemplazar el dólar por el oro y un cesto de monedas en el comercio del petróleo. Al mismo tiempo, las declaraciones ofensivas de China en el seno de la ONU daban verosimilitud a esa información provocando una caída del dólar frente al euro que se acerca ya a un 10% en lo que va de año.
Aunque esa información haya sido objeto de inmediatos y múltiples desmentidos, parece que la ofensiva china contra la supremacía del dólar esta subiendo de tono. No solo en la ONU, también en Estambul, en la reunión del G-7 el propio ministro de Hacienda chino enunciaba sin disimulos su nuevo credo monetario: el sistema monetario mundial debe cambiar para ser realmente mundial, lo cual quiere decir disminuir el papel del dólar en beneficio de un instrumento como los derechos de giro del FMI o una cesta de monedas que integre el euro.
Esa actitud china con respecto al dólar no es nueva, ya empezó en marzo pasado, lo nuevo es la posibilidad de que las monarquías petroleras del Golfo se unan al cuestionamiento del dólar. Eso si que sería grave para la supremacía de la divisa americana, pero también para la estabilidad monetaria internacional, en un momento especialmente delicado en el que los primeros síntomas de la recuperación podrían ahogarse en una guerra de todas las monedas contra el dólar.
Esa posibilidad ha sido negada tajantemente por la más fuerte de esas monarquías, Arabia Saudita, y también el más leal aliado de los EEUU en la zona. Actualmente todas las monedas de las petromonarquias están ligadas al dólar por un tipo de cambio fijo, así el dólar vale 3,75 riales saudíes desde 1986; y romper esa relación podría producir reevaluaciones de sus monedas tan fuertes como lo fueron las devaluaciones de la monedas asiáticas cuando, en la crisis de 1997, Tailandia primero y sus vecinos después tuvieron que romper su tipo de cambio fijo con el dólar. Por el momento solo Kuwait ha decidido, en el 2007, desvincularse del dólar e indexar su dinar con respecto a un cesto de monedas.
Pero la caída del dólar que han provocado los rumores de estos días muestra que no hay humo sin fuego o que cuando el río suena alguna agua lleva. Para los americanos lo importante es que no lleve demasiada y pierdan el control del cauce, porque mientras eso no ocurra una devaluación controlada del dólar no les viene nada mal. Aunque oficialmente los EEUU defienden el dólar fuerte, pueden muy bien jugar la carta de una devaluación competitiva dejando caer el dólar para fomentar las exportaciones y a través de ellas su crecimiento.
Eso catapultaría el euro hacia sus máximos, penalizando gravemente la recuperación económica en Europa. El Presidente de Airbus, que vende sus aviones en dólares pero con costes en euros, pedía que las autoridades monetarias estabilizaran un tipo de cambio que está arruinando sus posibilidades exportadoras. Y el Presidente del Banco Central le hacía eco retomando la consabida retórica acerca de lo nefastos que son los excesos de volatilidad en los tipos de cambio para la estabilidad económica.
Pero la oferta europea de «cooperar apropiadamente» con los EEUU para conseguir esa estabilidad cae en oídos sordos en los inversores internacionales que saben que la zona euro es impotente, o por lo menos hasta ahora lo ha sido, para gestionar su política monetaria en lo que a tipo de cambio se refiere.
Josep Borrell