Va a acabar teniendo algo de razón la Cospedal, que anda la pobre en un ¡ay, para qué me metería yo en esto de la secretaría general del PP! Porque ahora resulta que Garzón, haciendo honor a su catastrófico conocimiento del derecho procesal -que también le vino a numerosos delincuentes- se ha dedicado a espiar o grabar las conversaciones telefónicas de los primeros encartados y presos del ‘caso Gürtel’, Correa y Crespo, mientras hablaban con sus abogados, los de antes y los de ahora. Y estas grabaciones que violan el derecho de la defensa, atentan contra la ley y fueron bendecidas por el fiscal, además han sido metidas en el sumario y luego hechas públicas con el agravante de que tanto el juez como los fiscales se han preocupado ellos de seleccionar lo que se quita y se pone, para no beneficiar a los imputados, y para causar el mayor impacto político.
Tendría gracia que los jueces anularan el sumario ‘Gürtel’ por completo por causa de estas nuevas y presuntas prevaricaciones de Garzón, que ya está en el Tribunal Supremo por abrir, a estas alturas, una causa general en contra de Franco, tras pedir su certificado de defunción. Y vamos a ver qué ocurre con todo el entramado de escuchas a los letrados de la defensa, y luego con la publicación de esas actas y la ocultación intencionada de otras que serían pruebas en beneficio del presidente Camps, si bien a éste, aunque gane cien veces las elecciones, ya no lo salvará del oprobio ni de los abusos de Garzón.
En este país las escuchas ilegales están a la orden del día, de ello ya habló la Cospedal, y, mire usted por dónde, ha saltado la libre de Garzón y otra vez con el fiscal Conde-Pumpido de por medio, a quien la princesa Soraya le ha pedido que comparezca para explicar qué ha pasado con las escuchas de los locutorios carcelarios de ‘Gürtel’, donde se ha aplicado un tratamiento propio de los terroristas de ETA y Al Qaeda y, por lo que se sabe, ‘el Bigotes’ no le ha regalado todavía un reloj a Ben Laden.
A Garzón le pierde la ansiedad del protagonismo y del golpe de mano en la política. Y él solito, en compañía del ínclito Bermejo, se cargó el despegue del escándalo con la montería como la que festejaron la caza del PP y ahora puede que se carguen todo el sumario con escuchas ilegales y manipuladas, que incluyen la violación del derecho de la defensa y ocultaciones de unas pruebas importantes que no querían, por nada del mundo, que vieran la luz.
Ahora bien, así las cosas hay algo que los tribunales afectados por el caso, los de Valencia, Madrid y el Supremo, deberían, ante todo, estudiar como una cuestión previa de obligada discusión si Garzón y su fiscal ha violado el procedimiento y han incurrido en causa de anulación del mismo, en todo o en parte. Porque si eso es así, esta opereta de ‘Gürtel’ tendría un merecido final. Y no digamos si, por reincidente, el cazador Garzón acaba cazado en el Supremo como prevaricador. Eso, más que justicia poética, sería Justicia a secas y nada más.
Aunque, dicho sea de paso, si eso ocurriera los del PP no deberían echar campanas al vuelo sino ponerlas a doblar, por la pérdida de la decencia y por el cursillo público que han dado de manifiesta incapacidad política y falta de autoridad. Ahora que estábamos llegando a lo de ¿quién pagó la boda imperial de los Aznar en El Escorial?, sobre la que el famoso bigotes ha largado por Madrid lo que no está en los escritos, ni en las grabaciones, ahora que íbamos a llegar al meollo amoroso de la trama, va Garzón y pone en peligro el archivo de la causa por manifiesta ilegalidad.
Marcello