domingo, enero 19, 2025
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Perdidos en Afganistán

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Unos, como el Gobierno del presidente Rodríguez, parecen no saber qué hacen cuando mandan soldados al conflicto de Afganistán -que es menos y es más que una guerra por el entreverado terrorista que la cruza por todos los costados-, sin suficiente equipaje militar (no hay blindaje para todos) y con sobrado cupo de muertos por causa de ello, como el del último ataque. Y otros, como el adorado Obama, al que Rodríguez daría lo que le pidiese, incluso, como en la copla, contar las arenas del mar…, que no saben qué hacer para seguir la guerra sin perecer en el intento.

Dentro de la gente del presidente y de la propia clase política y militar de Estados Unidos hay, como en los toros, división de opiniones. Unos están por la idea de incrementar el número de tropas en el agujero centroasiático, puesto que los talibanes han basculado desde su derrota plenaria hace siete años a poco menos que dominar actualmente dos tercios del país, mientras que otros, podría decirse que con el vicepresidente Biden a la cabeza, conciben la salida del atolladero, y eventualmente el triunfo, por la vía de una reconversión estratégica resumible en el plan de disponer los efectivos, basados principalmente en la información conseguida a cualquier precio, como un vasto equipo de caza que se aplique a la captura de Al Qaeda en el propio Afganistán. E incluso más aún, en las montañas que separan Afganistán de Pakistán, y en Pakistán mismo, que es donde se encuentran las madres del terrorismo islamista. Pues de allí, del Indostán occidental, salieron los islamistas para hacerle a los rusos la guerra de desgaste que acabó con los penúltimos alientos de la Unión Soviética, y que ahora podrían acabar con la magia y la anticipada leyenda del presidente Obama.

Y en ese debate están en Washington unos y otros, con una notoria división transversal de opiniones y pareceres, tal como se ha puesto de manifiesto en las sesiones celebradas por el presidente con senadores demócratas y republicanos. La opinión no se reparte por barrios ni por partidos.

Obama no decidirá hasta pasadas unas semanas, aunque se deja entrever que en lo tocante a la demanda de tropas no se echará para atrás, pese a la caída de aceptación popular de la guerra de Afganistán, es un decir, y pese a la germinación de un desistimiento tan notorio como el británico, dado que Gordon Brown no está por la labor de enviar más soldados, puesto que los últimos cartuchos electorales que le restan no los querrá quemar en Afganistán. Que será factura para los conservadores.

Pero también es verdad, y justo reconocerlo, que el presidente del Gobierno español, pese a los pocos cartuchos que le quedan en el haber -salvados los descuentos derivados del ‘gürtelazo’-, especialmente después de enviar tropas a Afganistán con material cuya inadecuación viene probada desde muertes española ya en el Líbano, continúa, impasible el ademán, preparándole un bono-transporte a la titular de Defensa para sus idas y venidas acompañando a los soldados caídos por deficiencia o inadecuación del material con que se les dota para una guerra que está fuera de estándares. Tal como, entre el general agobio, es reconocido en la Casa Blanca y en el Capitolio. Todos perdidos, sin respuesta, a la pregunta de qué hacer para salir de Afganistán sin perder del todo los papeles.

José Javaloyes

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