En muy pocos días Mariano Rajoy ha pasado de estar en manos de Camps, a que Camps, presidente de la Generalitat valenciana, esté en manos de Mariano Rajoy, si el presidente del Partido popular es capaz de manejar sus tiempos y, sobe todo, la información que tiene en sus manos para poner un mínimo de orden en la Comunidad Valenciana, en donde están concentradas, por el momento, todas las consecuencias del ‘escándalo Gürtel’.
Rajoy, que maneja sus tiempos, según él, con prudencia justicia y con sentido de la responsabilidad, ha comparecido en rueda de prensa para no aclarar nada (muy propio de él) y para anunciar que tomará medidas conforme se vayan desarrollando los acontecimientos.
Frente a Manuel Fraga, presidente fundador del partido, que ha apostado claramente por la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, como sucesora de Camps al frente del Gobierno de la Generalitat valenciana, Rajoy, mucho más gallego que Fraga, quizás por su origen pontevedrés, con mucha más retranca que quien fue el fundador de lo que es, en la actualidad, del Partido Popular, ha empleado su tradicional prudencia e, incluso, la generosidad ya que a estas alturas de la película ha defendido a Francisco Camps, cuando muchos le dan por muerto.. En un alegato que probablemente Camps, por su último comportamiento, ni se merece ni está en condiciones de recibir…
Mariano Rajoy, fiel a sus principios, ha vuelto a poner la mano en el fuego en Francisco Camps, sabiendo, como saben él y toda la dirección del Partido Popular, que le ha engañado, que ha intentado torearle en el pulso por la dimisión de Ricardo Costa, que le ha mentido en la información que le ha transmitido sobre la reunión del Comité Ejecutivo del PP valenciano, y que, en cierto modo, le ha dejado en ridículo ante los militantes del partido y, sobre todo, ante la opinión pública nacional.
Pero Rajoy ha conseguido pasar por el problema que le afecta directamente a él. Todo eso en aras de la unidad del partido, aunque la mayoría de los militantes y votantes lo interpreten como signo de debilidad, o como falta de liderazgo.
Después del vodevil que en los últimos días ha montado un Camps al que sus propios compañeros no parecen conocer, por el sentido mesiánico que ha introducido en su lenguaje y en su actuación política, a Rajoy sólo le quedaba la alternativa de destituirle como presidente de la Generalitat valenciana (algo que Fraga hubiera hecho, igual que José María Aznar) y convocar unas nuevas elecciones autonómicas con un nuevo candidato en la seguridad, además, de que se apostaba a una victoria segura dada la debilidad en la que se encuentra, en estos momentos, el Partido Socialista.
Como siempre, Rajoy, consciente, aunque no lo diga, de que Camps le ha engañado y que la ha utilizado, ha puesto en marcha su mecanismo particular de medir el tiempo.
Diga lo que diga en la rueda de prensa, subraye lo que subraye su apoyo a Camps, el presidente de la Generalitat valenciana está condenado.
Si ha engañado a Rajoy y a la dirección nacional del partido, ¿a quién más ha engañado? ¿Hasta dónde ha llegado su doble lenguaje y su simulación?
Dice su entorno que Camps, probablemente honrado y son un gran sentido de la ética, se halla en un proceso psicológico difícil y complicado en el que puede confundir a Gandhi con Churchill y en el que cualquier contratiempo, cualquier mala noticia es interpretada como una buena noticia que une más a un partido que cada vez está más desunido, más desconcertado y más preocupado por lo que puede salir de las investigaciones judiciales. Lo quiera o no, ahora Camps está en manos de Rajoy. Todo depende de los tiempos.
José Oneto