La crisis ha acabado con 4 años de boom en las inversiones directas en el extranjero (IDE). Entre el 2003 y el 2007 se habían más que triplicado, pasando de 0,6 a 2 billones de dólares. Pero el informe sobre los flujos financieros mundiales (World Investment Report) recientemente publicado por la Comisión de la ONU para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) muestra que en el 2008 se han reducido a 1,7 billones.
Esta disminución no afecta por igual a todas las regiones del mundo. Los flujos de IDE hacia los países desarrollados cayó casi un 30%, mientras que los que recibieron los países en vía de desarrollo aumentó un 17%. Como consecuencia de este desigual comportamiento, la crisis ha transformado el panorama de las IDE a favor de las economías en desarrollo y en transición, que recibieron el 43% de las IDE, 12 puntos más que en el 2007. Aunque EEUU, Francia, China, Reino Unido, Rusia y España hayan sido, por este orden, los mayores receptores de IDE; entre los 20 primeros de la lista aparecen 10 economías emergentes.
A pesar de la crisis, las IDE en África aumentaron casi un 30% y alcanzaron la cifra récord de 88.000 millones de dólares. En los países menos desarrollados (LDC) alcanzaron también un récord de 33.000 millones.
Estas cifras parecerían dar razón a los que, en un reciente debate celebrado en el elegante marco del Palacio Mezzanotte, sede de la Bolsa de Milán, defendían una visión optimista sobre los efectos de la crisis en las economías en desarrollo. Pero, como tuve ocasión de argumentar, esa visión no refleja una realidad que es mucho peor de lo que los datos del WIR dejarían pensar.
Primero, por un efecto de desfase temporal. Los datos del 2008 reflejan decisiones de inversión adoptadas bien antes de la crisis. Los efectos de ésta se harán sentir en el 2009 y los datos del primer trimestre reflejan ya una caída más intensa y que afecta a todas las regiones del mundo: un -46% para los países desarrollados, un -39% para los países en desarrollo y un -46% para las economías en transición. La previsión para el conjunto del año es de una caída hasta el billón de dólares, la mitad del pico alcanzado en el 2007 y aproximadamente igual al nivel del 2005.
Y segundo, porque las IDE son sólo una parte de la historia. Si se tienen en cuenta todas las inversiones, resulta que el total de la inversión privada en los países en desarrollo ha disminuido, según el Banco Mundial, casi un 40% en el 2008 y se están literalmente hundiendo en lo que va de año. Para los países emergentes la caída en el 2009 puede ser superior al 65%.
El resultado es que los países en desarrollo habrán perdido el equivalente de 4,4 puntos de su PIB en financiación exterior. Y, a efectos de comparación, es bueno recordar que durante la terrible crisis asiática de 1987 perdieron 2,4 puntos y durante la crisis financiera de principios de los 70 3,3 puntos.
La crisis actual les está pues golpeando mucho más duramente desde el punto de vista de la financiación que reciben, lo que se traduce en una caída en su crecimiento económico y desmiente la famosa tesis del desacople entre las economías en desarrollo y las desarrolladas, según la cual la primeras habrían entrado ya en una fase de crecimiento autónomo.
Vistos en su conjunto, los países en desarrollo deberían evitar la recesion en el 2009 con un crecimiento del 1,2%, poco pero envidiable si se compara con la caída del 4 o 5% en los países desarrollados. Pero si excluimos a India y a China, para los cuales la teoría del desacople sí parece validarse, al menos parcialmente, el PIB debería caer un 1,6% en el resto de los países en desarrollo, lo que representa una ruptura con respecto al 5% de crecimiento medio en los últimos años.
Así, este año será el primero en la última década en el cual el PIB per cápita de África disminuirá. Los déficits públicos de la mayoría de los países aumentaran hasta hacer inviable cualquier intento de relanzamiento presupuestario como estamos haciendo en los países ricos. De nuevo con la notable excepción de China, que ha lanzado un gigantesco programa de gasto público equivalente al 5% de su PIB. Y ademas, gracias a las particularidades de su sistema político, el Gobierno chino ha «convencido» a los bancos de que deben abrir los grifos del crédito y éste está aumentando al ritmo del 35% anual. Una política que no puede prolongarse mucho tiempo pero que de momento está evitando la recesión que habría provocado en China la caída de las exportaciones… y de paso contribuye a sostener la demanda mundial.
Pero la mayoría de los países en desarrollo no pueden hacer lo mismo. El crédito es para ello caro y escaso. Sus ingresos fiscales se caen y las remesas de los emigrantes, los primeros afectados por la crisis en los países desarrollados, también están disminuyendo. Una caída del orden del 8 o el 10% de esas remesas coloca a algunos países donde juegan un papel vital en los ingresos familiares, como Honduras, en una situación muy difícil.
Todo ello concurre para que la crisis afecte a los países del Sur de una forma especialmente grave, manifestada en un crecimiento al ralentí, finanzas públicas desequilibradas y aumento de la pobreza. Mal que les pese a algunos de mis compañeros de debate en Milán, no es el momento de olvidarse de los países del Sur, sino más bien de prestar mucha atención a la advertencia del presidente de la FAO sobre el aumento de los hambrientos en el mundo que, en una dramática marcha atrás en la Historia, han superado ya los 1.000 millones de seres humanos.
Josep Borrell