Menos mal que vuelve el fútbol este fin de semana. De hecho, ya se asomó afortunadamente a nuestros televisores el pasado miércoles con el partidazo de la selección española en Bosnia. Eso es jugar y lo demás son historias.
Historias con pesadillas para no dormir que tanto daño hacen al fútbol como la protagonizada nuevamente por el presidente del Fútbol Club Barcelona, Joan Laporta, incitando a «levantamiento» de Cataluña contra los «intransigentes» del resto de España.
Laporta, que como es sabido de sobra al término de esta temporada futbolística tendrá que dejar la presidencia del Barça, nunca ha ocultado sus apetencias políticas ni su marcado acento catalanista e independentista. Nunca lo ha negado desde que asumió la presidencia de la entidad azulgrana y desde el primer día que ‘taló’ el mástil con la enseña española que ondeaba en la puerta de la Massía. En su descargo, sin embargo, hay que atribuirle su ‘tolerancia cero’ Con los ultras violentos ‘Boixos Nois’.
Como ser libre está en su pleno derecho a pensar y manifestarse como desee. De expresar sus convicciones políticas. Pero nunca incitar a la violencia mezclando política y fútbol utilizando como trampolín la presidencia de un club como el Barça, con cien mil socios en activo y millones de seguidores repartidos por todos los confines del mundo.
Durante los pocos meses que le quedan como máximo representante de un equipo que se ha ganado la estima y el reconocimiento de todos por la calidad de su fútbol debería medir mejor sus palabras. Porque debe tener en cuenta que por su vehemencia verbal e incontinencia radical en busca de un futuro político sólo conseguirá que el Barça pague los platos rotos.
Antonio Cubero