lunes, enero 20, 2025
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Zapatero y el PNV

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La manifestación del sábado en San Sebastián, que algunos quieren presentar como un símbolo de la «acumulación de fuerzas» del nacionalismo vasco o de un nuevo «frente soberanista», resulta, además de patética, paradójica. Se había convocado por los sindicatos nacionalistas para protestar teóricamente contra la detención de Otegi, Díez Usabiaga y otros por tratar de reconstituir, a las órdenes de ETA, una renovada cúpula de una nueva Batasuna. Era, evidentemente, una disculpa, porque ya en la convocatoria se hablaba del supuesto «genocidio político» que supondría la Ley de Partidos y de la «solución negociada», con ETA naturalmente, del falso «conflicto» en el que se basan todas las elucubraciones totalitarias en el País Vasco. Se sumaron a ella los antiguos dirigentes de Batasuna, que como parte estructural de la banda quieren comandar una nueva opción política al mismo tiempo ampliada y dominada, y los partidos nacionalistas. Ninguna consideración jurídica contra la detención y los autos judiciales se ha tenido en cuenta a la hora de ponerse en marcha por las calles de San Sebastián, e incluso Joseba Egibar, presidente del PNV en Guipúzcoa, se negó a valorar el sábado el auto del juez Garzón. Lo que sí había dicho la semana anterior, cuando se conoció que el Gobierno de López preparaba un protocolo oficial para reaccionar ante los asesinatos de ETA, que quizá habría que preparar otro para hacerlo contra los «atentados» a la personalidad política del País Vasco.

Ése es el escenario de la manifestación y de la posibilidad de trabar un «frente soberanista». Es decir, las apelaciones a una «mayoría social» descontenta con el Estado y la persecución judicial de ETA son siempre, para desgracia del nacionalismo vasco, parte de la estrategia de la banda. Es decir, el único fin del terrorismo al que se adhieren seriamente es el que contenga favores a los violentos y desconsideración absoluta con los demócratas y las víctimas de la banda. No hay modo de que en la entraña de la banda haya resortes para su disolución ni que Batasuna y sus organizaciones afines funcionen y establezcan un programa al margen de ese sometimiento al terrorismo y sus dictados. ETA no hace ahora sino aprovecharse de la «angustia política» de Eusko Alkartasuna y de la «marginación» del PNV -los entrecomillados son de la banda-. Lo pasmoso es que se haga con la anuencia de ambos, aunque Iñigo Urkullu no subrayara esa vergüenza absteniéndose de acompañar a los batasunos en las calles de San Sebastián.

Si el desconcierto y el desistimiento del PNV es el que es, sometido al mismo tiempo al deseo de ETA de terminar con su hegemonía nacionalista, lo sorprendente es que, al mismo tiempo, el Gobierno de Rodríguez Zapatero y el grupo parlamentario socialista a sus órdenes le den la oportunidad de formar parte de la mayoría que aprobará los próximos Presupuestos. Se podría pensar que el PSOE necesitaba esos votos, pero sólo los precisaba si el objetivo fuese, como realmente parece ser, salir del atolladero y no negociar y pactar un programa económico serio, renovador, exigente y con amplio respaldo. Así, Rodríguez Zapatero ha ido de un atolladero a otro: ni tiene una política económica eficiente ni ha respetado la autoridad política de los socialistas vascos que gobiernan su comunidad autónoma. A cambio, el favor al PNV por sus votos realza la incongruencia del PSOE más que la de los nacionalistas vascos.

Germán Yanke

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