El ministro de Fomento, José Blanco, está encantado con el doble cargo del que disfruta y se presenta con dos rostros ante la opinión pública: de lunes a viernes vestido de ministro Jekyll, con atrevidas corbatas de seda para verse con banqueros, constructores y empresarios en los lujosos reservados de los restaurantes cinco tenedores; y los fines de semana disfrazado de su otra condición de vicesecretario general del PSOE, arreando estopa al PP y con vestimenta de leñador, luciendo sus artes para destripar al adversario con la habilidad quirúrgica de mister Hyde. Y todo ello envuelto en aires de una cierta comicidad como la que adorna la estética y presunta ferocidad de este político que, en buena lógica funcionarial, sería el sucesor de Zapatero si algo le pasara al líder supremo del PSOE, o simplemente perdiera pronto las elecciones generales, lo que aún está por ver.
En el trato cercano, José Blanco, Pepiño, es persona agradable y con ganas de agradar, y desde que es ministro más aún. Ha querido el propio Blanco marcar una notable diferencia, en lo que a maneras políticas se refiere, con su predecesora Magdalena Álvarez, que unió a su dotes de sectarismo y de incompetencia manifiesta una alta dosis de malos modales nunca vistos en la política española. El ministro Blanco hablar habla con todos, y los ricos que lo visitan y le cortejan al olor del Presupuesto de Fomento salen de su despacho encantados y luego comentan entre sus congéneres: «¿Verdad que ha mejorado mucho Blanco desde que está en el Gobierno?». Eso es así y no le vamos a quitar nosotros el mérito al ministro que, por lo menos, tuvo la habilidad de tapar sus carencias y el desconocimiento del ministerio que le ha tocado en suerte, con buenos modales, lo que no está nada mal.
Pero luego viene su otro yo, que parece más auténtico, y los fines de semana hace de malo del PSOE y se lía a palos con el PP, para suplir la debilidad de su sucesora en Ferraz, Leire Fiona Pajín, que no da la talla que de ella se esperaba en la Moncloa. Y entonces se nos aparece el Pepiño furioso, y un tanto esperpéntico por exagerado, como se nos apareció el pasado domingo dando palos de ciego y presentándose él, y no Zapatero (o Rubalcaba en el 2004), como el autor de las victorias electorales del PSOE frente al PP de Rajoy en el 2004 y el 2008.
Pero el artista de las dos caras ha ido más lejos en internet y ha recordado que Nixon se fue de la presidencia de Estados Unidos por mentir -lo que no es exacto-, para luego decirle a Rajoy, a propósito de ‘Gürtel’, que tiene que dimitir como el ex presidente americano. Sin duda una temeridad de la improvisación y la ligereza de don Pepiño Blanco, porque ha citado, con Nixon y sus mentiras, la soga en la casa del ahorcado más mentiroso de España, que es Zapatero, y no sobre tramas de corruptos con bigotes sino sobre cuestiones esenciales para el buen gobierno de este país, España.
Vamos a ver, señor ministro:
1. ¿Quién dijo a finales del 2006 que las negociaciones con ETA habían acabado, tras el estallido de la bomba de Barajas, lo que resultó falso una vez que se descubrió la reanudación de la negociación? Pues el presidente Zapatero.
2. ¿Quién dijo a principios del 2008, para salvar las elecciones, y hasta primeros días de septiembre, que no había crisis económica en este país nuestro, engañando a todos los españoles? Pues el presidente del gobierno, Zapatero.
3. ¿Quién prometió a los catalanes en el 2004 apoyar en Madrid el mismo Estatuto que aprobara el Parlamento de Cataluña y no lo cumplió? Pues, Zapatero.
4. ¿Quién dijo que nunca más habría trasvases del Ebro, y cuando llegó la sequía de Barcelona cambió de opinión? Zapatero.
5. ¿Quién prometió no subir los impuestos? Zapatero. O no enviar más tropas a Afganistán. Zapatero. Y así, una y otra vez, en cuestiones de la mayor gravedad que afectan a la gobernabilidad del Estado, hasta llegar a más de un centenar de mentiras.
Entonces, ¿por qué no dimite Zapatero siguiendo el modelo de Nixon que usted mismo propone con tanta frivolidad, buscando la paja en ojo ajeno y sin mirar la viga en el propio? Pues porque la política española es así y vale todo, decir una cosa y la contraria porque nunca pasa nada. Y así nos va a los españoles, con algunas notables excepciones como la de Pepiño Blanco, al que le va fenomenal.
Marcello