Algo pasa en el ámbito del poder municipal. Sin propósito de generalizar, no se puede pasar por alto que en la mayoría de episodios de corrupción andan por medio responsables de un ayuntamiento, sea de forma directa o colateral. El último de los presuntos tiene como protagonista a la localidad almeriense de El Ejido, pero la lista de precedentes es larga, incluidas ramificaciones del bautizado ‘caso Gürtel’.
Es difícil admitir que ocurra por casualidad. Entre lo que se sospecha y lo que se va sabiendo, penden excesivas sombras sobre el desempeño de las potestades y competencias atribuidas al poder local. Algunos aducen que el problema radica en que la legislación le otorga excesivo margen de discrecionalidad. Otros sostienen que la esencia está en el atípico modelo de financiación. Y los hay que se inclinan por considerar que todo deriva de unos mecanismos de control y supervisión muy mejorables.
Tampoco se debe descartar que derive de una combinación de todo a la vez, porque nada de lo apuntado se puede negar. Quizás lo más evidente sea cómo la insuficiencia de recursos obtenidos por procedimientos fiscales normales es motivo, o acaso excusa, para buscarlos por vías atípicas, por decirlo con suavidad.
Probablemente no cabe pasar por alto la proporción. Por llamativos que sean los episodios que se van conociendo, no pasan de ser minoritarios entre los poco más de ocho mil municipios que existen en el país, aunque es verdad que uno solo ya sobra y la gestión municipal, siendo como es la que mejor se ajusta al factor proximidad, ¿no debería ser la más ejemplar? Hay que tener en cuenta que tanto lo bueno como lo malo que emana de ella se siente de forma muy directa desde la sociedad.
¿Se puede afirmar que delinquir es más fácil al frente de una administración local que en otro desempeño público? Si no lo es, hay que reconocer que lo parece y, dado que todos los partidos cuentan con ejemplos propios de los que avergonzarse, ¿no sería hora de articular un pacto para cambiar lo que sea menester?
Claro que si el acuerdo sigue los pasos del alcanzado en su día contra el transfuguismo -¿otro germen de corruptela?-, a lo peor no vale la pena que lo lleguen a negociar.
Enrique Badía