La vicepresidenta Salgado tenía una tarea ardua para defender los Presupuestos 2010, sus presupuestos que son también los de su jefe, el presidente Zapatero, que ocupa el primer plano de la política económica, más que cualquiera de los presidentes anteriores a pesar de que sus cartas credenciales y precedentes en la materia sean débiles.
La vicepresidenta tenía enfrente a los líderes parlamentarios de los demás grupos con asimetría evidente en cuanto a experiencia parlamentaria. La señora Salgado, aunque cuenta con títulos académicos sobrados y con amplia experiencia en la Administración, carece de práctica parlamentaria y su estilo expositivo no parece el mejor dotado para ese trance, si bien sus argumentos suelen tener fuste.
La confrontación Rajoy-Salgado tenía interés, incluso algo de morbo. El experimentado ex ministro, ex vicepresidente, jefe de la oposición, candidato reincidente (y perdedor) frente a la aparentemente débil vicepresidenta de Zapatero. Y la señora Salgado, con pocas palabras, con moderación, con silencios para delatar a los gamberros que vociferan en la Cámara cuando habla el adversario, se le subió a las barbas al señor Rajoy y le sacó de quicio.
Rajoy sobreactuó en la réplica, incluso subió el tono y manoseó los papeles que llevó al pupitre con gesto un tanto alterado. Rajoy quería debatir con Zapatero y se encontró con la señora Salgado. Y en vez de adaptarse con habilidad a esa realidad se enredó en la misma. Le acusaron de previsible y trató de convertir la crítica en virtud, no le salió entre otras razones porque la previsibilidad de Rajoy es inane y no heroica. La señora Salgado notó que hizo mella en el nº 1 del PP, al que se notaba incómodo y confuso en cuanto al tono. Le reclamó más respeto, lo cual era un golpe bajo de los que hacen daño. Y dejó la sensación de que a la hora de mover y ordenar números es más diestra que el líder de la oposición, tiene más hábito y mejor práctica.
Zapatero sonreía en su asiento ante el evidente éxito parlamentario de su vicepresidenta sorpresa, que no olvidó recordar a Rajoy que no le convenía debatir con Zapatero, que perdía siempre. Los Presupuestos no son buenos, pero tampoco tan malos como pretenden quienes los rechazan. Los malos fueron los del 2009, los que están en vigor con cumplimiento muy distante de lo previsto. Elena Salgado ha defendido con singular fortaleza unos Presupuestos débiles, muy mejorables, pero son los que se van a aprobar antes de fin de año y que entrarán en vigor el primero de enero.
El turno en contra de Duran Lleida fue, como siempre, brillante, y supo evitarse problemas con una adversaria sin experiencia parlamentaria y con aparente debilidad pero frente a la que nunca conviene confiarse. Pero la intervención de Duran no era la importante y en esos casos el Gobierno sabe entender las buenas razones de los catalanes sin sufrir por ello.
Fernando González Urbaneja