domingo, enero 19, 2025
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La cobardía de Gallardón

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Como el alcalde de Madrid es un poco masoquista y sólo hace caso a los medios que lo fustigan a él o a su partido -se va a hacer chats con los de El Mundo, para que al día siguiente lo trituren en un editorial, o le coloca una entrevista de Cobo en El País, que está todos los días a palos con el PP- nos vamos a ocupar de Gallardón con el gato de las siete colas en la mano a ver si el alcalde reparte información (y no sólo para El País, su diario cabecera) y hace caso al periodismo independiente, que a él le importa un pimiento. Vamos allá.

La crisis de Caja Madrid se podría solucionar mediante un pacto, como el que parece que está ofreciendo Cospedal a la condesa de Bombay, Aguirre, según el cual Mariano Rajoy le entrega la cabeza de Manuel Cobo o le abre un expediente sancionador a cambio de la presidencia de Caja Madrid para Rodrigo Rato, a lo que se resiste Aguirre, que pide como compensación la presidencia del grupo industrial de dicha Caja para el sospechoso Ignacio González, a quien Aguirre quiere sacar de su Gobierno como sea. Porque parece convencida de que es una bomba de relojería que le podría estallar en sus manos y hundirla definitivamente. De ahí que Rajoy no lo quiera ni ver ni en el Gobierno de Madrid ni en Caja Madrid.

Así, con la patada en el trasero al chino González de la coleta blanca hacia la parte más alta de la torre de Caja Madrid, la condesa se quita un peligro de encima -ya soltaron lastre con Ildefonso de Miguel-, y si caza la cabeza de Cobo, a quien de momento le van a abrir un expediente, Aguirre de esa manera camuflaría su derrota frente a Rajoy y vestiría su rectificación en favor de Rodrigo Rato. El ex vicepresidente económico que debería haberse retirado ya, elegantemente, de esta obscena reyerta, pero que está empeñado en tocar el poder y presidir la Caja al precio que sea. Siempre y cuando no se le humille poniéndole de consejero general, al mismo nivel que a I. González, el chino de la coleta blanca, que se cree el héroe de la operación de El Álamo, donde los fiscales sabuesos, que van en tren, están a punto de entrar como la avanzadilla del general Santa Ana.

Así están las cosas, pero ahora vamos a por Gallardón, que ha vuelto a tirar la piedra y esconder la mano y que, como un Tenorio cobardón, envió a su fiel Chutí a combatir contra Aguirre, para estrellarlo con una desarbolada y tramposa entrevista, naturalmente en El País, sin el menor análisis político, chusquera, y un regalo o tabla de salvación para Aguirre cuando estaba un tanto acorralada. Una trampa con la que intoxicaron al vicealcalde -él, que suele decir que a todos los periodistas los intoxican-, y al que Gallardón ha metido en un buen lío, porque la entrevista es idea de Gallardón, como todo el mundo imagina.

Un Alberto Ruiz-Gallardón que suele utilizar al pobre de Cobo para que se lleve todas las bofetadas del circo madrileño. Ya lo mandó a la derrota en las elecciones del PP de Madrid, y lo dejó más solo que la una en el lío del espionaje madrileño -que es lo único que debería investigar la Comisión de Derechos y Garantías del PP de Madrid, y la del PP nacional-, y ahora va el alcalde y pone a su ayudante a los pies de los caballos de la carroza de la presidenta madrileña, cuando era él quien debió hacer las declaraciones con la denuncia de los abusos y chantajes de Aguirre al PP. Y el que debió postularse a la presidencia del PP de Madrid frente a Aguirre aunque fuera para perder, y quien debió presentar la denuncia judicial contra el espionaje a su compañero y número dos de la Alcaldía. El que, en realidad, es el único y fiel soldado del ejército de Gallardón.

Eso de decir que apoya a Cobo, ¡faltaría más!, es otra cobardía de Gallardón, quien nunca apoya de verdad a quien debe y como se debe, y que, como un Tenorio y espadachín, debió él mismo acudir a la cita con este Luis Mejías con faldas y a lo loco que usa armas de mujer, porque los escuderos están para llevar las cartas de amor pero no para sustituir al amo en los duelos al amanecer.

Hace tiempo que esperamos que Gallardón haga algo. Que se enfrente a Aguirre cara a cara de una vez, que hable y se ocupe de España, de la crisis económica, de la cohesión nacional, de la corrupción, de los problemas del PP, del Gobierno de Zapatero -en vez de criticar al pueblo de Madrid por pedir la dimisión del presidente-, y de muchas cosas más, como de cuando Rajoy lo echó de las listas del PP al Congreso de Diputados y se achantó, o de la necesaria reforma democrática y la necesidad de recuperar y refundar el centro político español. Pero el alcalde ni está ni se le espera, se cree una divinidad, un Aquiles engreído con los pies alados, y se queda impasible cuando arrastran el cadáver de su amigo, Patroclo, a ver si un día de éstos, o un año de éstos, decide a salir al campo abierto de la guerra troyana del PP y, por fin, reta a los paladines que habitan la robusta ciudadela, los que desprecia y considera inferiores a él.

Contentos nos tiene Gallardón con sus malos modales y la lección de mala cobardía que nos acaba de ofrecer. Mañana irá sumiso a los micrófonos de la COPE, pasado entregará otro premio en ABC, y el día menos pensado la da un beso en la frente a Gabilondo en el plató de Cuatro TV, o se pone de rodillas ante Francino en la cadena SER. Puede, incluso, que muy pronto haga las paces con el mandril Jiménez Losantos, y que lo invite con Pedro J. a cenar, después de almorzar con Cebrián. Pero, eso sí, que se olvide de Marcello, el lateral izquierdo del Real Madrid, porque a partir de ahora se va a enterar. O ¿acaso piensa Gallardón abandonar el PP, en pos del centro perdido, y romper su carné del partido a las puertas de Génova 13 en caso de que sancionen a Cobo por causa de una entrevista que ha maquinado él? (Continuará).

Marcello

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