Alberto Contador, Alejandro Valverde y Samuel Sánchez han ocupado el podio mundial de los mejores ciclistas de la temporada. Este deporte, tan arraigado en nuestro país, pese a sus éxitos, y con tantas licencias en las categorías de aficionados y cicloturistas, tiene tantas dificultades para mantener nóminas importantes en los equipos como el entorno europeo.
El ciclismo está atacado por el mal del dopaje y son muchas las empresas que se niegan al patrocinio porque no quieren correr el riesgo de que sobre su marca caiga el miserable potingue de la manipulación que, además, en los últimos tiempos ha tenido ejemplos descorazonadores.
En tiempos en que sobre nuestros deportistas aún pende la amenaza de las sentencias de la ‘operación Puerto’, Jaime Lisavetzky, secretario de Estado para el Deporte, ha sido elegido presidente de la «Conferencia de las Partes en la Convención Internacional contra el Dopaje», título rimbombante auspiciado por la Unesco, lo que viene a reconocer, el menos en cierto modo, que España está dispuesta a luchar contra la plaga.
El comunicado oficial habla de la creación de un fondo para eliminar el dopaje en los países en vías de desarrollo, lo que no deja de ser sorprendente porque la mayor gravedad, con el añadido de la publicidad que de tan mal ejemplo se da, fundamentalmente, en países desarrollados. Verbigracia: España.
El ciclismo español está marcado y ya ha sido perseguido algún médico por sus malas artes. Como consuelo caber recordar que hay países en los que los casos de dopaje son mayores y hasta más lamentables por el dramático final de ciertos deportistas.
Por España todavía circula algún director, aparentemente limpio de polvo y paja, que pretendía hacer creer al patrocinador que necesitaba 30 millones más para cohechos.
Julián García Candau