domingo, enero 19, 2025
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No hay justicia para todos

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como es posible que el hombre que protagonizó la última matanza colectiva europea, el que ordenó la masacre de Srebrenica, aquel que paseaba entre los cadáveres de musulmanes acabados de un tiro en la nuca. El mismo que abastecía de sumas de dólares americanos a los francotiradores que apostados en las ventanas de las zonas controladas por la república Sprska disparaban como en las barracas de feria a los niños, ancianos o mujeres embarazadas que cruzaban la calle a miles de metros de distancia, inocentemente convencidos de haber guardado la distancia suficiente. Aquel psiquiatra de flequillo que ordenaba el mayor genocidio europeo de los últimos tiempos, ese tal Radovan Karadzic, tenga libertad de no presentarse ante los jueces del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, mientras éstos no son capaces de cuantificar aún, pasados tantos años de aquello, el número de víctimas inocentes, pues todas lo fueron.

Karadzic fue detenido disfrazado y usurpando otra personalidad, como los auténticos cobardes. Jugaba a Gurú naturalista y bonachón, y como todos los criminales, se emocionaría por cualquier sensiblería; seguro que los que le frecuentaban entonces quedarían impresionados por su sensibilidad con los niños y los ancianos y las mujeres. Pero seguro que su entorno era casi exclusivamente formado por seres de nacionalidad serbia, porque Karadzic siempre fue alérgico a los musulmanes.

En el juicio al carnicero Karadzic, los jueces del TPIY simbolizan el proceso a todos los que le secundaron en aquella genocida tarea de pretender añadir Bosnia-Herzegovina a la Gran Serbia, una vez limpiada y lustrada. Pero un hombre no es igual a muchos y en Bosnia, según un antiguo magistrado, viven aún en libertad más de 10.000 criminales de guerra. Asesinos con nombre, apellidos y documento de identidad para los cuales con absoluta seguridad no habrá justicia personalizada. Alguno irá cayendo pero sin correr demasiado no sea que se les atasquen los calabozos a los del TPIY.

Hay justicia, habrá justicia para Karadzic y se demostrará que la impunidad no existe en el Estado de Derecho. En su proceso se representará el que debiera poner ante los tribunales a todos y cada uno de los genocidas y las iras se irán aplacando y los supervivientes se irán fatigando y muriendo poco a poco hasta que la memoria nos deje indiferentes ante las cifras que hoy todavía nos acongojan, estremecen e indignan.

La sociedad civil sabe que en estos casos se busca siempre ponerle un plazo al asunto, de manera que las responsabilidades se corten en algún lugar de la cadena del crimen, y para ello se dotan de las leyes de punto final, las que permiten que la justicia no se fatigue eternamente. Eso pasó en Ruanda y Burundi y Congo y antes en Argentina y Chile y Uruguay. Habrá Justicia. Pero no para todos.

Patxi Andión

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