Desde La Habana a Palestina todos son reproches al presidente Obama por la inoperancia de las promesas recibidas y de las expectativas generadas, para el desbloqueo de determinadas restricciones estadounidenses que se prometió y sobre el horizonte de las resistencias israelíes, por el actual Gobierno de Benjamin Netanyahu, a detener los asentamientos judíos en Cisjordania.
Sobre lo primero ha hecho la pertinente declaración el embajador de Cuba en España, aparentemente para suscitar un capotazo de la diplomacia moratina al hilo de la presumida luna de miel en las relaciones del presidente Rodríguez Zapatero con el huésped de la Casa Blanca.
La situación extremadamente crítica de la economía de Cuba lleva al Gobierno de Raúl Castro poco menos que a liquidar para los compradores extranjeros los bienes raíces de los particulares que se expropiaron en su día. Tan desesperada es la cosa que se busca cualquier camino para hacer caja, dándose así el salto del arriendo turístico del cuerpo de las jineteras a la enajenación pura y simple de los bienes raíces que fueron literalmente robados tanto a los desafectos como a quienes no lo eran. Todo se tapó y se sigue tapando bajo la manta del embargo estadounidense. De los méritos del modelo soviético de la economía de Cuba nada se señala, reconoce ni menciona.
Del ingrediente cubano en las razones o motivos del Nobel al presidente norteamericano, se eleva hacia el cielo una columna de humo proporcional a la implosión de las esperanzas que se establecieron; esperanzas que pudieron ser realmente tales en la gente de la calle, y que fueron expectativas políticas para el Gobierno de La Habana. Dijo aquello Obama y no hubo nada. Posiblemente por la dinámica de las prioridades en que se encuentra zarandeado el Departamento de Estado; principalmente por el problema de Afganistán y la presión sobre Pakistán para que su ejército saque a los talibanes de las montañas de Waziristán de la misma manera que se saca a los bígaros de sus conchas, con alfileres y a la bayoneta. Y junto a eso, la indigestión del problema iraquí, cuyo Gobierno no alcanza la capacidad bastante para poner coto a los atentados terroristas.
No tiene margen Obama para convertir en realidad lo que sigue siendo promesa para el régimen cubano, y quietismo ante la puesta de pies en pared por parte del Gobierno de Netanyahu en la cuestión de los asentamientos judíos en Cisjordania. Mahmud Abbas le da un aviso y advierte que no se presentará a la reelección -para la presidencia de la Autoridad Nacional Palestina- si ese tema de los asentamientos no se resuelve de una vez. Aunque también parece lo más cierto que Netanyahu no cederá en este asunto, puesto que ello fue una de las razones por las que preside el Gobierno no habiendo sido su partido el que más escaños obtuvo en las últimas elecciones israelíes.
Convengamos, por tanto, que lo perentorio de los plazos y el peso de las urgencias para que haga real lo que prometió y cuanto pareció que iba a hacer, determinantes ambas cosas de que le dieran el Nobel de la Paz, está poniendo en un brete al jurado noruego que le puso la medalla. Todo será quizá para que este premio siga trayendo cola.
José Javaloyes