domingo, enero 19, 2025
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Los datos de crecimiento/descenso del PIB en el tercer trimestre correspondientes a Estados Unidos y a España han aparecido simultáneamente este jueves. Hay un severo contraste entre ambos, a pesar de que las dos economías compartían una recesión hasta ahora de la misma duración, cuatro trimestres consecutivos. En EE UU, esta secuencia de cuatro datos seguidos de variación trimestral negativa no se conocía desde hace 60 años mientras en España no existen precedentes, aunque todavía no se puede dar por concluido el ciclo a la baja.

Con el tercer trimestre de este año, el recién transcurrido, Estados Unidos rompe la racha y empieza a crecer, además a un ritmo bastante sorprendente por su intensidad, un 3,5%. En el caso de España, con una caída trimestral del PIB del 0,4% (siempre según primeras estimaciones), la economía española acaba de cumplir su quinto trimestre consecutivo de retrocesos. Si los expertos decían que íbamos a salir más tarde que los demás de esta recesión, de momento la comparación con la mayor economía del mundo parece confirmarlo, aunque la que nos interesa más directamente es la que nos debería equiparar al resto de la Unión Europea y, sobre todo, a los países más importantes de la zona, como Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña.

De las aproximaciones que se han ido publicando, Alemania y Francia ya parecen estar en la rampa de despegue, Italia quizás empiece a estarlo pronto y Gran Bretaña parece predestinada a sufrir un retraso más o menos similar al español, a pesar de que los ingleses han contado en esta crisis con una ventaja que posiblemente habría sido de gran utilidad a España, la posibilidad de jugar con el tipo de cambio en función de los intereses de la política económica. Los ingleses siguen teniendo la libra esterlina como divisa propia mientras España juega en el terreno único del euro, con las ventajas y desventajas que ello nos acarrea.

Con los datos del tercer trimestre en la mano, sujetos aún a rectificaciones que pueden aportar algunas diferencias importantes, lo que ha quedado de manifiesto es que una economía como la de Estados Unidos ha logrado movilizar a favor del crecimiento no sólo la demanda interna sino la construcción residencial y la exportación, esta última con el apoyo indudable de un dólar suficientemente devaluado. España no va a contar con ninguno de estos tres apoyos previsiblemente, lo que constituye un obstáculo considerable para recuperar un cierto ritmo de crecimiento. Bien es verdad que disponemos de algún otro sector, como el turístico, en el que la capacidad de generación de empleo puede ser alta si Europa se convierte en un motor de crecimiento y la afluencia de turistas nos vuelve a sacar adelante, como en las épocas pasadas, en las que esta poderosa industria, con un importantísimo grado de aportación al PIB, era el bastión principal de nuestro crecimiento económico. La exportación industrial, por desgracia, no parece en condiciones de realizar aportaciones tan sustanciales debido a la pérdida de capacidad competitiva que afecta a la industria española, en especial en los últimos años.

En todo caso, las cifras que se han conocido este jueves, y que tienen un carácter bastante provisional, también deberían ser sometidas a un cauteloso análisis en la medida en que son el resultado de políticas de apoyo masivas al crecimiento, con el Estado jugando un papel sin precedentes por su intensidad. Las medidas han tenido un impacto que se estima entre el 10% y el 14% del PIB, según los países. Es lógico pensar que la retirada de tan masivas ayudas llegue a suponer la asunción de algunos riesgos, que pueden traducirse en una merma del crecimiento económico incipiente que se está observando.

Puede llegar a suceder que, tras un regreso a cifras positivas en la evolución del PIB, los Gobiernos se precipiten retirando los apoyos antes de tiempo y la intensidad del crecimiento vuelva a debilitarse. Por ejemplo, en Estados Unidos ya consideran que el cuarto trimestre posiblemente no llegue a mostrar crecimientos tan elevados precisamente por la retirada de algunos estímulos, que han tenido ya su traducción en menores ritmos de actividad, sobre todo en la construcción. Dicho de otra forma, hay poca gente en condiciones de cantar victoria antes de tiempo. Tras el regreso a los signos positivos, las economía occidentales tienen que afrontar una segunda prueba, la de conseguir andar por sus propios medios sin que los Estados se vean obligados a asumir compromisos masivos que están llevando la deuda a niveles posiblemente insoportables.

Primo González

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