El resultado de las elecciones locales celebradas en Estados Unidos esta semana revelan un hecho irrefutable: los norteamericanos han despertado del maravilloso sueño en que cayeron con Barack Obama. Pero lo sucedido no debe considerarse una debacle para el presidente, ni mucho menos. Simplemente es un reality check, como lo denominan los estadounidenses. O, lo que es lo mismo, una vuelta al mundo real.
Hace un año, los votantes esperaban que el primer presidente negro de la Historia de su país hiciera milagros. Creían que en cuestión de días el de Honolulu acabaría con la crisis, crearía empleo, solucionaría la reforma sanitaria, tomaría decisiones en materia migratoria, convertiría todas las energías en renovables, potenciaría la concesión de nuevas hipotecas y terminaría de un modo u otro la campaña en Irak y Afganistán. Doce meses después se han dado cuenta de que el jefe de su Ejecutivo, aunque sea muy bueno, no es un Mesías. Es un hombre con ganas de trabajar y mejorar su país. Pero para ello debe contar con la aprobación del Congreso y el Senado. Obama no puede andar sobre las aguas. Y menos cuando la oposición las agita.
No hay que extrapolar demasiado los resultados arrojados en Nueva Jersey y Virginia. Especialmente en ésta última región, donde la derrota del demócrata Craig Deeds era un secreto a voces. El candidato nunca contó con el apoyo popular, ni se libró de su imagen de izquierdista en un estado tradicionalmente conservador. Aunque los electores del denominado «Viejo Dominio» votasen por Obama un año atrás, una solitaria decisión en unos comicios concretos no suele cambiar una tendencia política. En las generales votaron por la persona, no por el partido. Y esta vez volvieron a su tendencia tradicional, como era de esperar.
Lo que nadie puede discutir es que más de la mitad de los estadounidenses aprueba la gestión de su líder, lo que implica que Obama sigue manteniendo el mismo apoyo popular mayoritario que le llevó a la Casa Blanca. Los norteamericanos deben ahora entender que los grandes cambios llevan tiempo, y no pecar de impacientes con su recién elegido presidente. Quedan aún tres años para ver si puede -o no- cumplir sus promesas electorales. www.miguelangelrodriguez.net
Miguel Ángel Rodríguez