Del Real Madrid se dice que no se sabe a qué juega. En mi opinión, juega a ganar. Del Barcelona se sabe cuál es su fútbol, pero si lo cambia también gana. El Madrid hizo en el Vicente Calderón uno de sus partidos, casi con el mismo guión, y venció. El Barça se enfrentó al Mallorca con los papeles cambiados y también triunfó.
El Madrid jugó en el estadio del Atlético convencido de que iba a ganar. Desde el comienzo hizo por no romper los pronósticos y antes de la media hora ya podía dar por resuelto el problema. El 0-3 parecía insalvable para los anfitriones.
El Atlético no tiene quien mande en el centro del campo y posee una defensa casi de aficionados. No se entiende que profesionales con experiencia cometan errores tan graves como los que permitieron al Madrid tomar tanta ventaja en el marcador.
El Atlético contó en el segundo tiempo con Kun Agüero, jugador que no estaba para disputar los noventa minutos, y con su participación al equipo le cambió la cara. Dos goles pusieron el partido al rojo vivo.
Afortunadamente para el Madrid, el Atlético reaccionó tarde y cuando lo hizo tropezó con la siempre providencial actuación de Iker Casillas. El portero salvó los tres puntos que le permiten estar a uno del Barça.
Al equipo barcelonés se le vio distinto al comienzo porque Messi, Xavi e Iniesta se quedaron en el banquillo. Las arriesgadas rotaciones de Pep Guardiola no supusieron retroceso. Pedro volvió a ser oportuno y dio alas a los suyos.
Los cuatro goles barcelonistas pudieron haber sido más, pero fueron suficientes. Los segundones del equipo hicieron un fútbol distinto, de menos toque, más vertical, y también le sirvió.
Julián García Candau