miércoles, enero 15, 2025
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Inquietud sobre la matanza militares en Texas

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Obama acudió a Fort Hood, en Texas, al funeral por los 13 soldados asesinados en la carnicería de días pasados cuando un comandante del Ejército con dos pistolas disparó sobre todo lo que se movía, hiriendo, además, a otros treinta y un militares. El presidente, que no se desplazó a Berlín para el aniversario de la caída del Muro, pronunció unas emotivas palabras. Su gesto ha sido aplaudido.

En el país, detrás de la consternación vienen los interrogantes. Crecientes. El asesino era un musulmán. Esto, sin el atentado de las Torres Gemelas, no sería mayormente inquietante, en el Ejército americano hay unos tres mil musulmanes. Pero lo que ocurrió en septiembre del 2001 levanta aún ampollas y, aunque las autoridades militares repiten razonablemente una y otra vez que no se extrapole el comportamiento de un individuo que podría estar momentáneamente perturbado, que no se demonice, en consecuencia, a los musulmanes americanos…, las preguntas surgen. ¿Actuó totalmente por su cuenta el mayor? ¿Cómo pudo el FBI minimizar que se había carteado frecuentemente con un imán fugado a Yemen que, a su vez, tuvo contactos con dos de los terroristas de las Torres Gemelas y que ahora ha calificado al asesino como héroe y pedido que otros militares repitan su acto? ¿Por qué el FBI no comunicó ese detalle al Ejército? ¿Por qué el Ejército mantuvo como psiquiatra militar a un individuo que había sido denunciado por colegas como antiamericano y partícipe en ideas extremistas? ¿Cómo pudo comprar recientemente dos pistolas con las que hizo cien disparos?

El Ejército se encuentra ante una peliaguda papeleta. Ha de explicar si hubo o no negligencia y no puede ignorar el multiculturalismo de Estados Unidos, la existencia de esos efectivos musulmanes y los peligros de que se desate una animosidad abierta hacia ellos. Como dice el comentarista Tim Rutten, hay una enorme diferencia entre el estar vigilante y el desencadenar una caza de brujas musulmanas.

Algunos periódicos estadounidenses que el primer día reaccionaron pudorosamente minimizando el islamismo del asesino y hablando del «supuesto» autor, etc., han tenido, ante la avalancha de cartas de protesta que dicen que hay que llamar al pan pan y al vino vino, que recular y comentar, como el Angeles Times en editorial, que hay que huir de toda demonización religiosa o étnica pero que el Ejército tiene todo el derecho de tomar precauciones para que esto no se repita.

El Senado ha abierto una investigación. El asunto traerá cola y aumenta la desconfianza de una parte de la población hacia lo islámico.

Inocencio Arias

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