Este viernes dimite oficialmente ante el Consejo de Radio Televisión Española Luis Fernández, el primer presidente de la nueva corporación, nombrado para un mandato de seis años, pero ninguneado por un sector del Gobierno (especialmente por la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega), criticado por un sector del PSOE representado en el consejo de administración e ignorado, por completo, en esa decisión de prescindir de la publicidad para la corporación pública a partir del próximo mes de enero.
Nombrado en una etapa convulsa, gracias, sobre todo, a la habilidad del portavoz parlamentario popular Eduardo Zaplana, en la que tuvo que hacer frente a una brutal reconversión que afectó a los mejores profesionales de la Casa (todos los que tenían más de 52 años), Luis Fernández se va decepcionado y vuelve a Miami, desde donde fue rescatado para hacer una televisión independiente y líder de audiencia, sin necesidad de acudir a la «telebasura» que tanto abunda en nuestras cadenas…
Se va Luis Fernández y llega, con un nombramiento por tres años, Alberto Oliart, uno de los históricos de la Transición, que tuvo que gestionar el complicado juicio del golpe de Estado del 23-F y que, desde su militancia en el sector más moderado de la desaparecida UCD (Unión de Centro Democrático), siempre mantuvo excelentes relaciones con el PSOE.
Inevitablemente, la polémica se ha montado no sobre la idoneidad del personaje, al que la mayoría de los partidos políticos reconocen su independencia, sino sobre su edad. El hecho a debatir es si alguien con 81 años está en condiciones de regir una corporación como la Radio Televisión Española, que ha jubilado anticipadamente a los mejores talentos de la Casa, que se enfrenta al reto de hacer una programación de calidad sin ingresos publicitarios y acudiendo sólo a los Presupuestos Generales del Estado y al canon establecido para las operadoras, y que además tiene que afrontar el reto que supone el apagón digital con dos canales temáticos de referencia, Teledeporte y Clan TVE.
El propio Oliart, que ha sido el primer sorprendido del acuerdo al que han llegado en sólo unos días el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, Mariano Rajoy, ha mostrado con sinceridad que no conoce el medio audiovisual, pero que ha aceptado porque, gracias al consenso, los dos principales partidos han creído que era el hombre adecuado para la nueva etapa que se inicia a principios de enero y él nunca se ha negado cuando le han pedido algo al servicio del Estado.
El presidente del Gobierno, que ha hecho gala de que ha sido el único político que se ha enfrentado con el grave problema de la televisión, de su gigantesco déficit y de su parcialidad, no quería, bajo ningún concepto, que el sucesor de Luis Fernández fuese discutido por su parcialidad y ha tenido que acudir a la lejana transición (algo que tan poco le entusiasma) para encontrar a alguien que no sólo fuese aceptado por Rajoy (muchos populares no han ocultado su decepción por el nombramiento, aunque ha prevalecido la disciplina de partido), sino por quienes ven en Oliart un claro signo de independencia.
La edad, aunque forme parte de la polémica, no es, ni mucho menos, un «handicap» y la clave va a estar en el equipo que le rodee.
La forma de trabajar y de entender el medio había hecho que Luis Fernández no sólo gobernara sino que reinara. Era su estilo y así lo habían aceptado quienes lo eligieron, aunque al final le boicotearan.
La forma de trabajar de Oliart será probablemente distinta porque reinará y dejará gobernar a un equipo de profesionales especialmente seleccionados para responder a los retos que tiene por delante: buen gestor, Oliart, abogado del Estado y antiguo director general del Banco Hispano-Americano, tendrá que centrarse, sobre todo, en el tema económico, para el que seguramente contará con el actual director general corporativo, Jaime Gaitero, inspector de Hacienda colocado en la corporación por el ex vicepresidente Pedro Solbes y uno de los autores del último ERE.
José Oneto