Guti ha pasado de la treintena y nunca ningún entrenador del primer equipo ha confiado en él salvo Vicente del Bosque. Éste lo alineó de segundo delantero y hasta marcó bastantes goles. Sólo que entonces no tuvo otro a quien recurrir. Fue hecho casi aislado.
El muchacho, campeón del pijerío futbolístico, ha perdido los mejores años de sus carrera profesional en inconstancias, y de ahí que hace poco más de un año el anterior presidente, Ramón Calderón, dijera de él que con más de treinta años seguía siendo promesa.
A comienzos de temporada, Manuel Pellegrini confió en él y, finalmente, tras lo sucedido en el vestuario de Alcorcón, tomó la decisión de prescindir de sus servicios hasta tanto no recupere el oremus, perdido una vez más. Desgraciadamente, Guti tal vez acabe presumiendo de que se cargó a Pellegrini.
En el Villarreal, la indisciplina de Riquelme la resolvió el presidente Fernando Roig apoyando a Pellegrini. Riquelme era infinitamente más importante para el Villarreal que Guti para el Madrid. Sin embargo, ahora puede que pierda el entrenador.
Jorge Valdano se reunió con el díscolo, lo que ya era mal síntoma porque es inmiscuirse en la labor del técnico. El jugador, poco después, dio todas las razones a quien lo ha tenido aparcado cuatro partidos. Guti confesó que está para ir de discoteca y acostarse a las cinco o las seis. En ello se ve ahora y no cuando tenga sesenta años.
Guti quiere disfrutar de la vida y está en su derecho. Claro que para ello es necesario que renuncie a la profesión y que deje de incordiar. Tendría maldita la gracia que un hombre serio, Pellegrini, saliera del club con la sonrisa de un chiquilicuatre.
Julián García Candau