miércoles, noviembre 27, 2024
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Los nombres de Europa

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Al final fue posible y la cumbre extraordinaria de Bruselas, bajo presidencia sueca, logró el consenso necesario para la designación del presidente estable del Consejo, el democristiano belga Van Rompuy, y la nueva alta representante para la Política Exterior, la laborista británica Ashton. Nadie estaba seguro de que se pudiera llegar al acuerdo y se especulaba con la hipótesis de «parar el reloj», seguir negociando y demorar las decisiones. En el haber de la cumbre está, después de muchas conversaciones bilaterales o multilaterales, desacuerdos y desencuentros, haber dado cumplimiento con estos nombramientos al Tratado de Lisboa después de su también compleja tramitación hasta la ratificación por el presidente de la República Checa.

Para la mayor parte de los europeos, los nombres citados son desconocidos después de haberse barajado los de algunas de las personalidades más renombradas de la política continental en los últimos tiempos, desde Tony Blair a Felipe González, desde Aznar a Massimo D’Alema, etc. El consenso era más importante que dar con un nombre llamativo y conocido, aunque a nadie se le oculta que, en este comienzo de una nueva singladura de la Unión, podía resultar interesante colocar a la cabeza del Consejo a una personalidad reconocida. Ninguno de esos nombres ha tenido el apoyo suficiente y quizá haya pesado también en el ánimo de los reunidos en la cumbre que, precisamente en esta circunstancia, había que cuidar la coordinación entre el presidente del Consejo y el de la Comisión, cargo para el que ya había sido reelegido el portugués José Manuel Durao Barroso. Otros condicionantes se añadían: si ambas presidencias eran ostentadas por representantes de la derecha europea, la representación de la política exterior tendría que corresponder a alguien del ala socialista. La necesidad de que en esas altas magistraturas hubiera una mujer también ha sido considerada en las negociaciones y finalmente aceptada.

Los dos nuevos y sin duda poco conocidos nombres tienen una experiencia acreditada. Van Rompuy no es un político cautivador pero, además de una formación académica y literaria sobresaliente, ha demostrado su capacidad de diálogo y negociación como primer ministro de Bélgica en un escenario complicadísimo entre partidos valones y flamencos. Catherine Ashton, baronesa por título y propuesta por los socialistas, era hasta ahora comisaria de Comercio de la Unión y ha demostrado una capacidad de trabajo y adaptación a nuevas responsabilidades que ya fue celebrada en sus cargos en la Administración británica y en estos últimos tiempos por sus colegas en la Comisión y los países miembros. Ahora les corresponde, junto a Barroso, dar cuerpo a la nueva Europa del tratado de Lisboa, un panorama tan teóricamente atractivo como difícil y en crisis. Es evidente que falta una verdadera política europea y que la integración no conecta con los ciudadanos. Francia y Alemania quieren ser los países directores como tales, es decir, como países que, aunque con coyunturales problemas, se entienden entre sí y analizan sus intereses.

Aprenderemos sus nombres, desconocidos hasta ahora por la mayoría, pero son, aunque a muchos pese, los nombres de la Europa posible.

Germán Yanke

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