La OCDE ha llegado en socorro de la solvencia de las hipótesis formuladas en los Presupuestos para el 2010 que aun tienen que pasar por el Senado para una posterior ratificación en el congreso. Las hipótesis contenidas en el cuadro macro propuesto por la ministra Salgado para luego montar el mecano presupuestario estaban meses atrás lejos de las aceptadas por los organismos económicos internacionales, el FMI, la OCDE, pero las revisiones más recientes de ambos (las de la OCDE ayer) aceptan los datos presupuestarios y confirman el comentario de la vicepresidenta Salgado semanas atrás: «el gobierno maneja datos más actualizados que la OCDE y el FMI».
Las previsiones de la OCDE sostienen que la economía española perderá un 3,6% de PIB este año y el 0,3 el próximo, porcentajes que mejoran seis décimas la previsión anterior y que se ajustan perfectamente a los supuestos presupuestarios. Ese hecho debería mejorar la debilitada credibilidad de los pronósticos gubernamentales que llevan dos años instalados en el error, que no quisieron aceptar la crisis, primero, y luego rechazaron su profundidad.
El acierto en el diagnóstico del cuadro macro es esencial para la posterior construcción presupuestaria y la coincidencia en los pronósticos mejora la credibilidad presupuestaria. El presupuesto que revisan las cámaras ha recibido descalificaciones generalizadas, las que merece el Presupuesto en vigor, el de 2009, cuyo parecido con la realidad es mera coincidencia.
Para la vicepresidenta segunda y para el gobierno ganar décimas de credibilidad es importante. Como lo es para el conjunto de la economía española. Una lectura más atenta del Presupuesto 2010 aconseja el beneficio de la duda, puede ocurrir que sea realista y que su cumplimiento sea verosímil.
Esta es la parte favorable para España del informe de la OCDE sobre perspectivas económicas. No lo es tanto su conclusión de que la economía española irá en el furgón de cola de la recuperación, que aunque este año 2009 la economía española no pierde respecto a la media de la Unión Europea, si lo hará durante el próximo bienio, en torno a tres puntos por debajo de la media en ese periodo, lo cual significa empobrecimiento relativo y absoluto, es decir que vamos a menos.
Resignarse a esa situación con postura fatalista compete al gobierno que tiene capacidad, si se pone a ello, para modificar las expectativas, para abordar las reformas precisas que eviten esas limitaciones y ese fracaso. La ventaja para la etapa Salgado radica en que las expectativas eran y son muy modestas, de manera que cualquier éxito parcial puede ser un incentivo a la recuperación y a las reformas.
Fernando González Urbaneja