cómo el hombre gerencia su imagen en los demás. Desde que se empezaron a juntar voluntades en las tareas comunes, la acción del individuo se desarrolla en dos espacios distintos. El propio de su intimidad, en la soledad de la conciencia donde el hombre intracomunica y habla y discute entre todos sus ‘Yo’ distintos, a veces en un diálogo callado y a veces en voz alta, aunque es verdad que tantas otras no verbaliza del todo, al completo la reflexión, sino sólo en parte, dotando de mayor enigma a su manifestación. Suele ser un diálogo crítico, como no podía ser menos. Otras veces, sin embargo, se basa en repercusiones de la idea que otros tienen de él y que le producen la suficiente inquietud como para detenerse en ellas, casi siempre con ánimo desmentidor.
Pero el espacio donde la imagen del hombre adquiere su verdadero eco, su tamaño verdadero, es cuando se produce como resultante de las ideas que los demás tienen de él y que de las formas que sean se van instalando en la colectividad, asumidas de manera general y compartidas en su mayor parte por la gran mayoría de los que le conocen e, incluso, tan sólo los que han conseguido oír hablar de él lo suficiente.
«Cría fama y échate a dormir», dice el viejo aforismo sabio. Una persona que consigue crearse una imagen, le es suficiente con ella para aprovechar el crédito social. La cuestión es que el aforismo equipara fama a buena fama. No dice nada de la mala fama, y a uno se le queda la duda de si tuviera algo que decir de ello. Sabemos lo duradera que sigue siendo la imagen colectiva cuando es positiva y lo difícil que resulta, a veces, desmentirla. Muchas veces, además, la fama (buena) criada tiene más que ver con lo que los otros ven en uno que con lo que uno hace de verdad, y tantas veces nos encontramos personas con enorme crédito social que apenas han intervenido en su «crianza». A pesar de todo, sabemos que la buena fama premia, otorga y hace grande a su poseedor y que la mala, la que persigue como se dice a quien se la ha ganado, es una lacra que le impedimenta para tareas que tienen que ver con la confianza social.
Según dos encuestas recientes del CIS, a un 70 por ciento de la población le parece que la corrupción es un asunto grave, pero a la vez, votarían masivamente a los políticos que, envueltos en asuntos graves de corrupción, parecen estar con ello al albur de su propia mala fama. ¿Cómo se come esto?
La primera sensación es que la sociedad civil desaprueba la conducta corrupta pero la admite, puede que por solidaridad eventual. La segunda es que a pesar de no querer votar al corrupto, se han quedado sin opción al tener aceptado que debe castigar al Gobierno. El asunto es que el aforismo es así, válido tanto para la buena como la mala fama y que la sociedad civil, se constituye con individuos que guardan en su interior, dispuesta a actuar, su personalidad ventajista, antisocial. Y que la fama es inocua.
Patxi Andión