domingo, enero 19, 2025
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Sin dinero y sin empresarios, ¿hay economía sostenible?

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La semana próxima Zapatero ha pedido cita para discutir su esperada Ley de Economía Sostenible, cuyos detalles apenas se conocen a estas alturas, aunque serán aprobados por el Consejo de ministros del viernes. No se entiende muy bien que la presentación en sociedad de la nueva ley, que tiene como principal objetivo confesado nada menos que cambiar eso que se denomina «el modelo productivo», esté rodeada de tanto misterio.

Conocidos los precedentes, cabe inclinarse por sospechar que se trata de un envoltorio más o menos atractivo en términos de marketing político para presentar una serie de ocurrencias y lugares comunes, aunque habrá que concederle el beneficio de la duda. Ya hay gente que dice maravillas de la nueva ley, incluso sin conocerla. Zapatero ha pedido, no obstante, paciencia. Más bien, mucha paciencia: necesita diez años para que el nuevo invento fructifique.

De los precedentes, algunos son para echarse a temblar. A la vuelta del verano, y en uno de sus arrebatos mitineros, Zapatero ha prometido a sus compadres de Rodiezmo (León) aumentar la demanda de carbón para que las minas no se queden sin actividad. No es, desde luego, un buen principio, en este caso por dos razones. La primera porque el carbón no parece predestinado a reverdecer la modernización del sector eléctrico, ya que se trata de uno de los combustibles más antiguos y más complicados de gestionar, además de poco eficiente en términos económicos. La segunda porque aumentando la quema de carbón por las centrales eléctricas es evidente que aumentan las emisiones de elementos contaminantes (CO2) a la atmósfera y esa no parece ser la filosofía que inspira y adorna la tan manoseada aunque invisible por el momento «economía sostenible».

La economía sostenible tendrá que enfrentarse a serios desafíos. El primero, el de hacer realidad los deseos a través del Boletín Oficial del Estado. Los «modelos económicos» rara vez salen del laboratorio. Son más bien el resultado de la voluntad de las personas y en este caso se supone que los empresarios deben formar parte esencial de ese impulso. Los empresarios, sin embargo, no forman parte de los colectivos que admira y apoya Zapatero y su corte. Más bien los han tratado como enemigos o, en el mejor de los casos, como compañeros inevitables. ¿Tendrá la economía sostenible una receta nueva para hacer de la clase empresarial una especie protegida, ahora que parece estar en peligro de extinción, cuando no de desprestigio sistemático y colectivo?

Un segundo desafío, nada desdeñable, es el del dinero. Siempre en la economía inevitablemente uno acaba tropezándose con el dinero, así son las cosas. Y de momento el panorama parece más bien aterrador. España está cerca de la quiebra, dicho en términos un poco coloquiales. Es decir, gasta mucho más de lo que ingresa en términos de Estado y de Administraciones Públicas. Aquí y ahora casi nadie piensa en invertir porque la prioridad es reducir deuda o, como dicen los expertos, «desapalancarse». Lo están haciendo las familias y las empresas y es difícil que el Estado, cuyo déficit rondará este año el 10% del PIB, se pueda sustraer a la necesidad.

De dónde va a salir la financiación de tan magno proyecto como el que parece va a proponernos Zapatero es una explicación necesaria. Y lo primero que tendrá que hacer sostenible este Gobierno son las finanzas públicas, ya que el déficit del Estado sumando el de este año y el más que probable del año 2010 rondará posiblemente el 20% del PIB, un porcentaje y unas cifras de notable magnitud, cuya corrección debería ser la primera tarea que este Gobierno tendría que abordar para emprender cualquier proyecto, máxime el pretencioso «cambio de modelo» económico y productivo, algo tan manoseado que a estas alturas ha perdido buena parte de su contenido, si es que alguna vez quienes los emplean con profusión han sabido a qué se refiere.

Por ejemplo, Alemania está saliendo de la recesión (el pasado trimestre ya cumplió su segundo trimestre consecutivo en alza), Estados Unidos también, Francia otro tanto, Australia no digamos, y China y Brasil aceleran. Ninguno de estos países ha cambiado el modelo económico. Es más, ni se les ha pasado por la cabeza. Siguen con el de siempre, aunque mejorado y desprovisto de esas molestas grasas que siempre se acumulan en las fases de expansión económica y que hay que erradicar a base de ejercicio y buena dieta.

Primo González

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