lunes, enero 20, 2025
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Obama y Zapatero

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Si la política es el espacio que queda entre las grandes declaraciones retóricas y la realidad, el presidente Obama está haciendo a velocidad vertiginosa su paso del limbo de las buenas intenciones (incluido el Premio Nobel por las expectativas percibidas) al fangoso terreno de la política. El dominador de los discursos, el presidente que iba de Estado en Estado explicando con crudeza a ciudadanos normales -seguramente escogidos- la realidad de la crisis económica, el hombre que basaba la confianza en decir la verdad y convencer de las medidas propuestas, se ha encontrado con uno de los grandes temas de su mandato, Afganistán, y el demorado anuncio le ha durado muy poco.

El anuncio, recordemos, era el envío de más tropas, entre 30.000 y 35.000 personas, y el plazo de la misión, que terminaría en el 2011. Cuando apenas se preguntaban los oyentes si habían oído bien la fecha, sabemos, por las comparecencias gubernamentales en Estados Unidos y la realidad de las cosas, que en ese momento empezará un proceso largo, complicado y dudoso de sustitución de las tropas aliadas por militares y policías afganos que deben ser preparados y entrenados. Los problemas de las misiones militares internacionales en Afganistán son, además de la dificultad propia de sus objetivos, de una doble índole. De una parte, la población debe entender el papel de los militares extranjeros y éstos deben implicarse con los líderes locales. De otra, es necesario ocupar el terreno para que no lo hagan los talibanes, y hacerlo exige aumentar las tropas. Era evidente que Obama iba a anunciar al fin el incremento y ahora es de esperar que, junto a la OTAN, se corrija también la estrategia.

No parece que, en España, el presidente Rodríguez Zapatero vaya a tener problemas en el Congreso para aumentar también la presencia española en tan delicado escenario. Se comprende, como ocurre en todos los países presentes en Afganistán, que haya para ello una resistencia en la opinión pública, como revela el Barómetro del Instituto Elcano. Sin embargo, más que el apoyo parlamentario, convendría que los grandes partidos españoles hicieran una reflexión seria sobre la necesidad tanto de pactar estas decisiones y sus consecuencias inmediatas como de explicar adecuadamente a los ciudadanos el significado, los objetivos, el papel de las tropas españolas y los riesgos, que conllevan el mayor cuidado en los medios de que se disponen. Ante la importancia de lo que el mundo se juega en Afganistán, resulta patético que el gran debate sea si se trata de una misión de paz o de guerra o, como ya se oye decir, una misión de paz en un escenario de guerra.

Más llamativo que ese 95% de encuestados que no quieren que, con el riesgo en aumento, se envíe más soldados es que una mayoría de españoles entienda y defienda la presencia en aquel país de los militares españoles después de tantos años de aislamiento internacional y de ausencia de situaciones como la que se vive en Afganistán. Esa madurez debería ser correspondida con la claridad y las explicaciones serias. Si a Obama no le ha servido el disimulo semántico, muchos menos le servirá a Rodríguez Zapatero.

Germán Yanke

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