sábado, noviembre 23, 2024
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Israel, Turquía y la rara flotilla

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Esta vez no se ha producido la habitual confrontación de opiniones estancas entre amigos y enemigos del Estado de Israel, por cierto y conviene siempre recordarlo, el único país de gobierno democrático en la crítica zona de Oriente Próximo, donde los demás se reparten entre regímenes autoritarios, dictaduras o incluso, caso límite, el terrible régimen terrorista de Irán, estremecedora convergencia de fundamentalismo islámico y neonazismo, cosa esta última poco sorprendente cuando se tiene en cuenta la confesa admiración que todos los fundamentalismos islámicos profesan hacia Hitler y su espantosa Solución Final. Se comprende con dificultad, pero es un hecho que, en esta ocasión, países y sectores de opinión no tenidos hasta ahora por hostiles a Israel han condenado, con mayor o menor énfasis según los casos, lo que el presidente francés Sarkozy ha calificado de “uso desproporcionado de la fuerza” por parte de Israel contra la flotilla que pretendía llegar a Gaza, presuntamente con alimentos para la franja palestina, aunque, por lo que se ha visto en las imágenes, los pacíficos cooperantes iban armados hasta los dientes, lo que al menos da que pensar.

Un excelente y muy experimentado observador de la escena internacional, el embajador Inocencio Arias, nada sospechoso de hostilidad hacia los palestinos, ha subrayado que, frente a la algarabía europea, que por cierto olvida el carácter manifiestamente mejorable en términos democráticos del régimen turco, que lidera la algarabía contra Israel por razón de que la extraña flotilla había salido precisamente de Turquía, en Estados Unidos hay más sordina, o más sensato equilibrio si se quiere, porque Washington, aún condenando la probable desproporción y los excesos del raid militar israelí sobre la extraña flotilla, opta por dar tiempo a Tel Aviv para que explique y aclare lo sucedido. Desde luego, la opinión pública norteamericana de ninguna manera comparte la algarabía producida en algunos países europeos, con olvido de que el régimen democrático de Israel lleva décadas bajo el incesante acoso terrorista de las diversas dictaduras de la zona.

En Turquía, Erdogan ha lanzado a sus seguidores a la calle para invocar una vez más la destrucción de Israel e incluso ha dejado filtrar la amenaza de salir de la OTAN, lo que por cierto sería una excelente noticia para la seguridad y cohesión de la Alianza Atlántica, en la que la actual Turquía es profundamente disfuncional, y debilitaría además la pretensión de ese país de integrarse plenamente en una Unión Europea que así podría corroer desde dentro. Es cierto que, antes de Erdogan, Turquía parecía en vías de una seria occidentalización modernizadora, pero no es ya lo que se percibe en los últimos tiempos. Bien reciente es la dolorida confesión, por parte del portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, del desconcierto del Vaticano por el asesinato del obispo católico de Anatolia y presidente de la Conferencia Episcopal turca, Luigi Padovese, apuñado por un radical islamista en su domicilio turco de Iskenderum, un síntoma de los nuevos modos del régimen islamista de Erdogan, en vía probable de radicalización.

Todo lo anterior no excusa, por supuesto, la aparente desproporción de la intervención militar israelí sobre la flotilla. Alguien en el Gobierno o en las Fuerzas Armadas de Israel ha hecho muy mal los deberes, pero para emitir un juicio serio hace falta saber más sobre los organizadores de esa flotilla y el contenido real de sus bodegas. Tiempo al tiempo. De momento, como señala Inocencio Arias, las consecuencias más incómodas para Israel son la acentuación de la hostilidad de la opinión pública árabe contra el Estado hebreo y también el previsible debilitamiento de las relaciones entre Israel y Turquía, aunque esto último, como los modos que últimamente apunta Erdogan, incluso pudiera ser para bien.

El caso es que, entre las reacciones excesivas de los primeros momentos, hay algunas que son elocuentes por la forma en que magnifican los hechos, pero al mismo tiempo sesgando la realidad de lo sucedido. Con mejor sentido y equilibrio, el Gobierno norteamericano, presidido, no se olvide, por el muy progresista Barack Obama, ha censurado la desproporción y los posibles excesos de la acción militar israelí, pero evitando la condena a un país democrático que tiene que sobrevivir cada día en dura defensa contra la permanente agresión terrorista y el acoso del fundamentalismo islámico, acentuado ahora por el temible desarrollo nuclear del régimen islámico neonazi de Teherán, contra el que la suicida política de “apaciguamiento” vale lo mismo que sirvió la análoga de Chamberlain frente a Hitler.

En la prolongada crisis de Oriente Próximo, España no debe llamarse a engaño. La Alianza de Civilizaciones de Rodríguez Zapatero es tan peligrosa como aquella famosa “tradicional amistad de España y el pueblo árabe” de los tiempos de la Dictadura. Cierto que en esta ocasión el Gobierno ha estado prudente, limitando la reacción, medida y suficiente, a una protesta formal por la dureza del ataque israelí. No es frecuente ver a Moratinos con ese comedimiento, y hay que felicitarle por ello de la misma manera que cuando se gana a pulso merecidas críticas con sus raras simpatías por lo peor de cada casa.

Escribiré algo más. Ciertamente, el pueblo palestino es muy diferente y mejor que los fundamentalistas islámicos y sus agentes, esa organización terrorista Hamas, que no defiende sino que instrumentaliza al pueblo palestino en su guerra contra Israel y contra Occidente. El mejor futuro del pueblo palestino pasa precisamente por el entendimiento, que sería posible sin el terrorismo islámico, con el pueblo de Israel. Lo diré más claro: Israel y Palestina pueden convivir y prosperar armónicamente en el territorio de Oriente Próximo, pero eso es lo que menos quieren los terroristas de Hamas, Al Qaeda y el régimen neonazi de Irán. El esfuerzo de Occidente puede y debiera orientarse a lograr el diálogo, el entendimiento e incluso la armonía de Israel y Palestina. Eso es lo que de ninguna manera quieren las organizaciones terroristas, ni el régimen totalitario de Irán ni la dictadura turca de Erdogan, así que del enemigo, el consejo. Se juega nada menos que la democracia frente a la tiranía, y es algo lo suficientemente importante como para que sea preciso saber con claridad de qué lado se está, porque no hay equidistancias entre la civilización y la barbarie. Israel y Palestina pueden y deben ser la imagen de la civilización en Oriente Próximo, y para ello, israelíes y palestinos pueden y deben aprender a vivir juntos, para vivir libres y vivir bien.

Carlos E. Rodríguez

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