sábado, noviembre 23, 2024
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Reino de mentiras

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En las últimas elecciones a la Asamblea Popular Suprema de Corea del Norte, las autoridades informaron de una participación electoral del 100% y un índice de popularidad de todos los candidatos del 100%. Durante los comicios más recientes, sin embargo, el Gobierno admitía una participación del 99,98% -aunque la aprobación de la opinión pública se mantenía constante en el 100%-. Tales son los infinitesimales incrementos de las concesiones norcoreanas a la realidad.

La constitución del régimen es un artificio. Todo, empezando por el lugar de nacimiento de su líder, es mentira. Corea del Norte lleva más de 60 años sin publicar una relación completa u honesta de indicadores económicos. Sus libros de historia simplemente inventan los acontecimientos: estadounidenses que cultivan órganos de coreanos en los bajos de los hospitales, o misioneros que crucifican a los niños coreanos.

De manera que no es fácil descorrer el telón de la dinámica interna del propio régimen. Pero los académicos y los funcionarios de la Administración surcoreana informan de visiones fugaces recientes. Tras mucho retraso, el tercer hijo de Kim Jong Il, Kim Jong Eun -que tiene fama de ser una réplica de su padre-, ha sido elegido sucesor. El príncipe heredero es joven (27 años) e inexperto, lo cual parece ser la idea. El cuñado de Kim Jong Il ha sido designado una especie de guardián o regente. En caso de muerte de Kim Jong Il, la vieja guardia de Corea del Norte -unas pocas docenas de burócratas y generales anónimos de setenta y tantos u ochenta y tantos años- se quedarán al mando.

El régimen norcoreano tiene parte de organización política estalinista, parte de dinastía y parte de mafia familiar. Los capos dependen de la autoridad del don para garantizar su supervivencia y sus Rolex, pero también aspiran a controlarle, especialmente durante una transición en el poder.

El entramado norcoreano viene siendo uno de los premios gordos -la concentración de divisas de circulación mundial, utilizada para financiar su estilo de vida y adquirir equipo militar-. Ingresa la divisa a través del tráfico de estupefacientes, la falsificación de dólares, la venta de armas y tecnología nucleares, y un fructífero sistema de extorsión humanitaria. El brazo ejecutor de la mafia, en este caso, consta de 1,5 millones de soldados, arsenales químicos, biológicos y nucleares, y alrededor de 13.000 cañones de artillería apuntando al centro urbano de Seúl. Entre 1998 y el 2008, Corea del Sur intentó comprar su seguridad con 2.200 millones de dólares en efectivo. Esta política de cajero automático era fabulosamente transparente para ambas partes. La Cumbre de las Dos Coreas del año 2000 se vio retrasada un día porque una transferencia de 500 millones de dólares en líquido no había llegado aún a una cuenta bancaria norcoreana.

Durante una década, esta estrategia fue eficaz -para Corea del Norte-. Las pruebas balísticas y nucleares periódicas y las provocaciones militares hicieron las veces de recordatorios de que tenían que seguir llegando cheques. Los gobiernos surcoreanos se prestaron por completo, esperando evitar la inestabilidad a casi cualquier precio. Fue la prueba perfecta de una política de diálogo impaciente y soborno preventivo. Puesta en práctica, alentó y recompensó la extorsión, la proliferación armamentística y los efectos desestabilizadores de los berrinches norcoreanos.

La elección del presidente surcoreano Lee Myung-bak en el año 2007 supuso un cambio. La política del cajero automático acabó bruscamente. El sur ha prometido suculentos pagos sólo si Corea del Norte abandona su programa nuclear. Mientras que China sigue proporcionando la mayor parte del petróleo y la comida de Corea del Norte, la divisa internacional se está volviendo más difícil de encontrar. Los cargamentos de armas están vigilados. Las remesas procedentes de los norcoreanos residentes en Japón se han secado. Funcionarios surcoreanos estiman que Kim Jong está recibiendo a estas alturas alrededor de 700 millones de dólares al año en divisa exterior, que no es un botín particularmente bueno.

Pero la política de aislamiento también tiene límites. Teniendo en cuenta que los norcoreanos no se rebelaron cuando millones morían de hambre a mediados de la década de los 90, es difícil imaginar que la presión económica vaya a tumbar por sí sola a un régimen totalmente falto de escrúpulos al que le importa un comino la opinión mundial o las vidas de su propia población.

Lo más frágil del régimen norcoreano es la estructura de engaño que lo sustenta. Su principal vulnerabilidad es interna e ideológica. Su propaganda apela al nacionalismo y al orgullo racial. Pero el régimen ha convertido a Corea del Norte en el hazmerreír al tiempo que la otra Corea es la envidia del mundo. Aparenta socialismo. Pero Corea del Norte está gobernada por una clase privilegiada de excesos inimaginables.

Además de una política de aislamiento económico, sería digna de intentarse una política de denuncia ideológica -un ataque informativo agresivo, paciente y bien financiado emprendido por Corea del Sur y Estados Unidos. Reparto clandestino de transistores y teléfonos móviles. Denuncia en imágenes de los gulags. Libros de historia en memorias flash destinadas a los que tienen una educación. Información acerca de la decadencia de la élite destinada a la gente corriente.

Las opciones restantes han fracasado. Deberíamos poner a prueba si el régimen norcoreano sabe sobrevivir al colapso de sus mentiras.

© 2010, The Washington Post Writers Group

Michael Gerson

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