Me he equivocado en muchos vaticinios, pero he acertado en otros. Hace más de un año escribí en un blog muy personal que había que poner en marcha un plan de ataque para detener el caos económico. Una de las propuestas era dar 2.000 euros por coche, para evitar el declive de esa industria. Meses después, el Gobierno aprobaba justamente esa ayuda. También propuse crear un contrato anticrisis, que tuviera 20 días de indemnización (es decir, no esperar al juez que decreta 45 días), y que una parte de esa indemnización, por ejemplo, 12 días, fueran pagados por el Estado, y 8 por los empresarios (se puede ver el post en http://bit.ly/bbLWsR).
Con ello, los empresarios sólo tendrían que pagar una indemnización por despido bastante más baja que la actual. Nada menos que ocho días. Este contrato mejoraría sus condiciones a medida que pasasen los años.
La verdad es que era un poco contradictorio el hecho de que lo que obstaculizaba el empleo era precisamente el desempleo, es decir, la indemnización por despido.
Pero era lo único que se me ocurría para desatar el nudo creado entre patronal y sindicatos. Luego subí la cifra mínima a 33 días, pero manteniendo que un tercio de esos días lo sufragase el Estado para que los empresarios no tuvieran excusas para no hacer contratos fijos.
Pues bien, eso es lo que aprobó este miércoles el Consejo de Ministros. Pensarán si estoy contento con el invento. Ya no. Estoy desinflado. Llega muy tarde. Temo que los empresarios sólo van a hacer contratos fijos si realmente sienten que la economía se está estimulando. Y no es así. El índice de confianza empresarial sigue en declive.
Además, dentro de dos semanas entra en vigor la subida del IVA, con lo cual muchos productos subirán de precio. Y aunque no suban (muchos comercios dicen que asumirán la subida y mantendrán los precios), es posible que se extienda el efecto “subida”, es decir, el efecto psicológico, de pensar que todo sube, con lo cual los consumidores se retraerán.
Nuestro Gobierno llega muy tarde. No creo que este contrato desate una fiebre por hacer contratos fijos a todo el mundo. Es una cuestión psicológica. Me acuerdo de que, en 1998 más o menos, se desató una locura por hacer contratos fijos. Desde Mercadona hasta La Caixa, las grandes empresas anunciaban miles de conversiones de contratos temporales a fijos, pues el Gobierno había aprobado algunas ventajas.
Lo hicieron porque el ambiente nacional era eufórico. Como si la selección de fútbol hubiera ganado el Mundial. Pero ahora no veo esa euforia por ningún sitio.
Temo que la medida ha llegado demasiado tarde, forastero. No va a despertar una oleada de pasión.
Carlos Salas