La reforma laboral atravesó este martes su trámite de convalidación como proyecto de ley en el Congreso con el lamento dolorido de la izquierda de (ICV/IU), el desgarro socialista reflejado en la abstención de un diputado, la censura directa de ERC y Nafarroa Bai, y la crítica de los abstencionistas, la mayoría de la Cámara (PP, CiU, PNV, UPyD, CC y UPN), los cuales dejaron una puerta abierta a su aprobación futura al condicionar su posición final a la modificación del decreto ley vía enmiendas.
El debate discurrió entre la soledad de Gorbacho en su bancada y las intervenciones de los segundos espadas de los grandes grupos. Las incógnitas que penden sobre el desarrollo de la reforma laboral en España impregnaron un debate árido y falto de pasión.
Apenas surgió la emoción en la épica izquierdista de Joan Herrera, sólo al reprochar al Gobierno de Zapatero su “volantazo” a la derecha, por lo que retrató la jornada “histórica” de “muy triste”. Su discurso sonó agónico: es la crisis de la política, la crisis de la izquierda”.
Los demás grupos incidieron en las ideas avanzadas. Se reconocía la necesidad de la reforma del mercado laboral por su dualidad (entre fijos y contratados) y la rigidez, pero tanto la portavoz del PP como los de CiU, PNV y UPyD reiteraron su carácter confuso, que atribuyeron a la indefinición del Gobierno. El PP, que en esta ocasión sí dejó clara su defensa abierta de una reforma laboral, por encima de su posición crítica, achacó al Real Decreto aprobado por el Consejo de Ministros la característica de unas contradicciones que conllevará un “semillero de controversias”. Soraya Sáenz de Santamaría dijo también, entre exclamaciones irónicas desde la bancada socialista, que es una reforma que abarata el despido -lo contrario de lo que proponía Zapatero- pero que no impulsa el empleo.
Debate gris, en el que se han reprodujeron las habituales consignas entre el PSOE y el PP, con más argumentos de reproche que de intercambio. El portavoz socialista recurrió también a las ideas preconcebidas y sacó las esencias de la izquierda para mostrar su “repugnancia” ante la “campaña de la derecha contra los sindicatos”. Una nueva pugna por la legitimidad.
Pero la herida se abrió en el PSOE, que sufrió por primera vez una baja simbólica: la insumisión del diputado Antonio Gutiérrez, ex secretario general de CCOO, que se abstuvo tras hacer pública su crítica. Otros diputados socialistas, también críticos con la reforma laboral, aceptaron la disciplina. Decían, entre pasillos, que la opinión es libre, pero la militancia obliga.
Chelo Aparicio