Como apuntó Celestino Corbacho, en este país va a haber más mociones que burkas. La mezcla de populismo y la cercanía de las elecciones autonómicas ha disparado en Cataluña una loca carrera para ver quién prohíbe más y mejor el velo integral. Que no lo lleve casi nadie no es un problema para los partidos políticos, partidarios de adelantarse y poner la venda antes de la herida. Si fueran tan diligentes para resolver los problemas que sí existen, la valoración de los políticos se dispararía.
El asunto se hubiera abordado con más cordura si las elecciones no estuvieran a la vuelta del verano y el populismo no saliera tan rentable. Y en él han caído los dirigentes de todos los partidos políticos, sean socialistas, conservadores, independentistas o convergentes. Muchos lo han hecho a desgana. Por miedo a quedar mal ante los ciudadanos. No vaya a ser que por oponerse a una propuesta así les acuse alguien de talibanes.
Este martes el asunto llega al Senado en forma de moción impulsada por la responsable del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho. Los populares se quedarán solos porque el PSOE ha logrado pactar una enmienda de sustitución con todos los demás grupos. Su método, en lugar de prohibir, consiste en trabajar en formación e integración junto a las comunidades musulmanas y aprovechar el marco jurídico vigente, que ya prohíbe ir con la cara tapada a la hora de hacer un trámite que requiera la identificación de la persona.
Lo curioso es que el texto presentado por el PP para prohibir en las calles y en las instalaciones públicas “las vestimentas que cubran completamente el rostro” introduce una salvedad. La de los acontecimientos públicos “que no tengan una finalidad estrictamente religiosa”. No vaya a ser que en el intento se llevasen por delante los capirotes y la Semana Santa.
Luz Sanchis