El decreto sobre la reforma laboral ha pasado el trámite parlamentario sin pena ni gloria. Ni el presidente se lo ha tomado con la importancia que dio al de recorte del gasto público ni la oposición ha querido adelantar lo que tenga previsto proponer en la tramitación como proyecto de ley. Este hecho ha ayudado sin duda a la abstención del PP e imagino que también el mal efecto que produjo en sectores importantes de sus votantes el voto negativo en la ocasión anterior. Quizá lo más interesante haya sido la abstención del diputado socialista Antonio Gutiérrez, antiguo secretario general de Comisiones Obreras, un gesto que hay que agradecer en este páramo para las ideas personales de los representantes de los ciudadanos y paraíso de las lealtades ciegas. Iba a decir también sordas pero no es el caso, porque los partidos, desgraciadamente, ni explican sus propuestas en los grupos, ni tratan de convencer a los diputados, ni -casi- les dan a conocer el sentido del voto hasta que sea conveniente según qué paradójico marketing político.
En este contexto, el Gobierno -sorprendentemente- se ha dedicado en los últimos día a asegurar que la reforma va a servir para la inmediata creación de empleo, para la rápida conversión de los contratos temporales o precarios en indefinidos, etc. Un riesgo si los políticos no considerasen que el único riesgo que asumen es no hacer promesas imposibles. Sin duda, y no sólo por las deficiencias de la reforma ayer validada, la reforma es una pieza más de un puzzle todavía más que incompleto y sin el cual no habrá crecimiento serio ni creación de empleo significativa. A la moderación inicial ha seguido, sin embargo, este entusiasmo poco creíble.
El PP, por su parte, a la espera de lo que pueda hacer en la posterior discusión parlamentaria, ha resumido su crítica de modo similar al del diputado disidente del PSOE, como si la reforma fuese no la del empleo sino la del despido. Se trata de una opción arriesgada porque no se sabe qué pueda significar desde el punto de vista de la ideología del PP y de la acción política, bien es cierto que sin concreciones, que este partido ha llevado a cabo hasta ahora. Si responde a la manida idea de que lo doloroso para uno u otro sector, o para todos, no debe ser formulado si se quieren ganar las elecciones, vamos apañados porque no habrá el contraste necesario para mejor un elemento tan importante en la lucha contra la crisis y en la preparación de una mejor salida de la misma.
Germán Yanke