El pasado jueves se cumplieron 75 años de la muerte de Carlos Gardel, “El Mudo”, “El Zorzal Criollo”, “El Morocho del Abasto”, “El Mago”. La tarde del 24 de junio de 1935, el trimotor F-31 en el que viajaba se salió de la pista en el aeródromo Olaya Herrera, de Medellín, y, tras chocar con otro avión, se incendió. Sobrevivientes recordaban a Gardel intentando romper una ventanilla para escapar de las llamas. Su muerte cerró así una vida de leyenda.
El cantor uruguayo, nacido en Tacuarembó, lejos de Montevideo, al norte del Uruguay (donde se encuentra su Museo en el Valle Edén, y donde se realizó la XVI Semana Gardeliana), no vino desde Toulouse (Francia), en brazos de su madre, Berthe Gardés, como sostienen la mayoría de los historiadores argentinos. En el Uruguay, en los años 60, iniciando una corriente hoy fuertemente arraigada, el periodista Silva Cabrera, de El País de Montevideo, investigó profundamente el tema y fue el primero en señalar que Carlos Gardel había nacido en Tacuarembó, hijo de una relación extraconyugal. Su padre, según señalan los historiadores, y han evocado memoriosos, era (dicen) el terrateniente Escayola.
La fama de Gardel en esta zona del mapa es extraordinaria. En fechas conmemorativas, además de los diversos actos musicales, regresan las antiguas películas que protagonizara, filmadas en la Argentina y en Estados Unidos, se escribe largamente sobre él, destacando siempre su elegante estampa y seductora sonrisa. Sus éxitos, es verdad, se extendieron desde Buenos Aires por todo el continente, pero sus amigos cercanos se encontraban en Montevideo. No lejos de la Sociedad de Autores del Uruguay se encuentra (en Montevideo) la plaza Gardel, donde anualmente se realizan homenajes, los que este año tan especial se multiplicaron, con la actuación de cantores notorios y hasta de “gardelianos” aficionados que dejaron escuchar su voz mientras las parejas bailaban enlazadas el tango, no lejos de busto de “El Mago”. En la ciudad de Durazno, aquí, con motivo de los 75 años de su adiós, se inauguró el 24 una plaza que lleva su nombre. Y, en estos días del Mundial de fútbol, se recordó que en el Mundial de 1930, en Montevideo, Gardel visitó la concentración del seleccionado uruguayo para cantar sus tangos a los jugadores orientales, antes de jugar la final con la Argentina, a la que derrotaron, dicho sea de paso.
En Buenos Aires, Gardel fue también muy recordado: incontables actos artísticos, numerosos biógrafos hablaron de la vida y obra del cantor, se dieron y se reeditaron biografías clásicas, que seducen a los seguidores del cantor, los que se suceden generación tras generación. Y es que, 75 años después de su muerte, “El Zorzal Criollo” sigue seduciendo con su voz única. Tanta es su fama, que en el Río de la Plata, cuando alguien, en cualquier actividad o profesión se destaca (de la música a los deportes, de la literatura a la ciencia), se le felicita diciendo: “Es Gardel”. No hay mayor elogio. Por eso, al cumplirse estos 75 años de su muerte, Gardel ha sido por todos tan homenajeado. Y es que, en verdad y así que pasen los años, “cada día canta mejor”.
Rubén Loza Aguerrebere