Hace tiempo vi en YouTube un video que trata de un programa de televisión donde se burlan un poco de Zapatero. Aparecía un cómico muy bien caracterizado como el presidente español y respondía a unas preguntas de broma realizadas por los presentadores del programa.
Lo que mejor caracterizaron de Zapatero fue su sonrisa: esa sonrisa permanente que un político debe mantener aunque el mundo se caiga a trozos.
Sonreír es positivo. Los políticos sonríen porque eso atrae votos. Nos fiamos de la gente risueña. Hemos visto a políticos salir de los tribunales bajo graves acusaciones, y extender una sonrisa de oreja a oreja cuando tocaba enfrentarse a las cámaras de televisión.
No me opongo y entiendo que forma parte de la comunicación.
Pero llega un momento en que las sonrisas pueden transformarse en armas de doble filo. ¿En qué momentos? En las crisis.
La crisis no ha menguado casi nada. Nuestras constantes vitales son muy malas: paro, déficit, mínimo crecimiento, caída de los mercados, retirada de la inversión, intervención de cajas… Somos la siguiente oveja negra después de Grecia.
Por eso, cuando veo al presidente Zapatero sonreír sin descanso me pregunto si es la sonrisa de una persona que se mofa de la tragedia de los demás. Creo que ha llegado la hora de ponerse serios. En realidad, esa hora debió ser hace dos años, pero ya que el presidente debe tener un problema con las agujas de su reloj económico, por lo menos que sea tarde, en lugar de nunca.
Basta de sonrisas. Prefiero un líder malencarado pero eficaz, a uno de generosa sonrisa, pero indeciso.
Carlos Salas