Los dos partidos mayoritarios se sienten ganadores de un Debate sobre el estado de la nación aburrido y monocorde. El PSOE cree que ganó Zapatero y el PP, que Rajoy. Es decir, no ganó España. Las demás formaciones políticas, como no compiten en la misma categoría, dijeron que habían salido decepcionadas por el discurso del presidente y por una oposición a la que por lo visto no le conviene aún erigirse en alternativa firme. Rajoy dijo ayer que lo que a él le conviene es que Zapatero agote la legislatura pero que escoge los intereses del país en vez de los cálculos electorales. No lo parece. La imagen de un presidente haciendo chup-chup en su propia salsa es demasiado golosa.
Los sindicatos tampoco han salido convencidos y no han oído nada que les haga replantearse la huelga general. Con ese panorama, los ciudadanos prefieren hablar de la resaca del Mundial y de la boda de Javier Bardem y Penélope Cruz. En la segunda sesión, el diálogo de sordos ha girado sobre lo mismo: Estatut, medidas económicas y sacrificios. Sin sorpresas. Los miembros del Grupo Mixto hablaron ante un hemiciclo con 150 escaños vacíos, insistieron en que no se fían del presidente del Gobierno y defendieron los intereses de su tierra.
El discurso españolista de Rosa Díez actuó como despertador. La líder de UPyD no habla, sentencia. Y entre las acusaciones que dedicó al presidente estuvo la de “desacato”, “corrupción de las instituciones” y pretensión de “robar sin que le pillen”. Así es cómo ve el plan presidencial de remendar el Estatut de Cataluña a base de cambiar leyes. Es sabido que Zapatero y Díez no se caen bien. El presidente la encuentra “valiente” y ayer se lo recordó. Lo que también le recordó es que no puede erigirse en portavoz de todos los españoles mientras sólo tenga un escaño.
Luz Sanchis