En el Debate sobre el Estado de la Nación, los atribulados diputados socialistas aplaudieron al presidente cuando citó al ministro Moratinos y sus gestiones en Cuba para la excarcelación de algunos presos políticos. Poco antes, en la misma sede parlamentaria, el ministro, que quiere cambiar la política común de la Unión ante la dictadura castrista como si con ello resolviera nuestros problemas financieros (y los de Europa), se había mostrado entusiasmado subrayando que los excarcelados que acababan de llegar eran perfectamente libres. Un montaje publicitario que le podría servir al señor Moratinos para una charla de café pero no para dirigirse a los diputados.
Los cubanos que acaban de llegar están, aquí, en el limbo jurídico y, aunque se les insta a que pidan el estatuto de refugiados políticos, no se les confirma que lo obtendrán. No pueden volver a Cuba porque sus condenas, cambiadas por el destierro, no han sido anuladas. No se sabe cuándo y cómo serán excarcelados sus compañeros, ni qué ocurrirá si alguno de ellos se niega a ir fuera de la isla. Para más inri, se les aloja en un hostal en una zona industrial sin consideración a la intimidad familiar ni a las situaciones de enfermedad de algunos de ellos. Nos dicen que tratan de arreglarlo mientras, por el momento, se deja todo en manos de una ONG. Se les comunica, además, que serán enviados a residencias en distintos puntos de España. Para estar totalmente libres no está nada mal…
El ministro, desgraciadamente, parece más inclinado a valorar el pretendido gesto de la dictadura que la situación de los refugiados. No tenemos una seria política para ellos, ni procedimientos de atención humanitaria válidos, por mucho que el Gobierno se llene la boca balbuceando solidaridad y preocupación por los derechos humanos. Es más, ante el desparpajo con el que no se ha atendido a estas personas, da la impresión de que cambiar la política europea sobre Cuba es más importante para el ministro que la libertad y el respeto de los derechos humanos allí. La alegría porque ya no tengan que padecer el encarcelamiento en las condiciones vergonzosas que ayer relataron no obsta para denunciar este montaje gubernamental.
Y echo de menos también que, después de vender la operación como una mediación de la Iglesia Católica, la de aquí, la de España, no se ocupe de ellos.
Germán Yanke