Hay cosas, actitudes y comportamientos que no cambian. Y hay personas y dirigentes políticos que se niegan a cualquier enmienda a pesar de que las circunstancias y los hechos les aconsejen lo contrario. En el centro de este escaparate de desatinos –no hablo de la crisis- podríamos colocar a José Luis Rodríguez Zapatero en su papel de Secretario General del PSOE. Me pregunto cuántas veces deben repetirse los mismos errores, con los mismos resultados de la primera vez, para que se de cuenta de que la ruta para llegar a Madrid no es la que ha elegido.
Si todos los caminos llevan a Roma, Madrid está fuera de esa red de autopistas. Al menos para los socialistas y, particularmente, para Rodríguez Zapatero.
A Madrid hay que llegar de una vez por todas, sin titubeos y, sobre todo, sin complejos.
Los socialistas, sin embargo, llevan desde Tierno Galván, dudando y muy acomplejados tanto en el Ayuntamiento de la capital como en la Comunidad. El Viejo Profesor no ganó las elecciones del 79 pero fue alcalde; su sucesor, el entrañable Juanito Barranco, no pasó de eso, de ser entrañable. Le apeó de la Casa de la Villa una moción de censura y Juanito –dicho con cariño- se quedó fuera de la Alcaldía y noqueado, como el PSOE, durante muchos años hasta hoy. Después, fugaz paso de Rodríguez Sahagún que, si hubiera tenido vida por delante y votos su partido, habría sido el mejor Alcalde de Madrid. No pudo ser y el concejal más gris de cuantos poblaban el Ayuntamiento de la Capital, Álvarez del Manzano, ganó por dos veces las elecciones municipales con amplia mayoría absoluta.
En el entre tanto, experimentos socialistas con Enrique Curiel y Fernando Morán. Otra vez contra el muro.
Y llegamos a la era moderna del PSOE con el flamante ZP. Trinidad Jiménez fue su candidata estrella a la Alcaldía de Madrid. La actual ministra de sanidad se lo tomó, es cierto, muy en serio y montó, entre otras cosas, aquello del “Trinibus” acompañada a su pesar del sainete de la “chupa” de cuero. Pero Aznar le ganó por la mano en estrategia a Zapatero y le colocó enfrente a Gallardón. Desde el mismo momento de conocerse la noticia, un 8 de julio de 2002, los socialistas madrileños se quedaron con los ojos a cuadros y los brazos caídos. Gallardón era mucho contrincante para su prima Trinidad Jiménez, inexperta y desconocedora de Madrid en lo político y en lo social, como demostró durante aquella campaña y más palmariamente durante el debate electoral en Telemadrid. Consecuencia de todo ello, victoria histórica de Gallardón en el Ayuntamiento.
En paralelo, la jugada de Aznar se completó con la candidatura de Esperanza Aguirre a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Primera mujer presidenta del Senado, simpática, dicharachera y arrastrando todavía su leyenda negra de “Sara Mago” se enfrentaba a Rafael Simancas, líder de los socialistas madrileños tras la enésima crisis de la antigua FSM. Tan gris y plano como Álvarez del Manzano –debe ser que lo daba la Casa de la Villa de entonces- Simancas le disputó la presidencia a Aguirre y, si no llega a ser por los traidores Tamayo y Sáez, habría gobernado.
Un presidente autonómico, que desde Toledo adivinaba la debacle de sus compañeros de Madrid le sugirió a Zapatero un órdago agosteño: cambiar a los candidatos de sitio: Simancas al Ayuntamiento, total…., estaba perdido de antemano; y Trinidad Jiménez a la Comunidad en un duelo de mujeres, total… no se perdía nada y también habría tenido opciones de gobernar con Izquierda Unida. Zapatero no se atrevió a la arriesgada jugada del manchego y, con la ayuda de los traidores Tamayo y Sáez, se quedó como el que quiere atrapar humo con las manos. En la repetición de las elecciones autonómicas, insistieron con el tambaleante Simancas y llegaron más años de barbecho.
Nuevas elecciones, las de 2007, y más experimentos de Zapatero.
Le propone a Bono enfrentarse a Gallardón, su amigo y con el que tiene un pacto de evitar los duelos políticos. Bono, además, había utilizado siempre como arma electoral a los “paracaidistas” que le mandaban los populares de la calle Génova de Madrid para arrebatarle el despacho del Palacio de Fuensalida, sede del gobierno de Castilla-La Mancha, y se negó a ser uno de ellos para que no le sacaran los colores. Menudo es Bono…
Sin candidato y sin conejos en la chistera, le llegó a Zapatero la gran ocurrencia: el obediente Miguel Sebastián, quien nada más ser nombrado candidato se encerró tres meses en su despacho sin que nadie supiera de él. El efecto sorpresa por la novedad quedó mal herido y en el debate televisado con Gallardón ya se encargó él mismo de darse el tiro de gracia. En efecto, “miguelsevaahostiar”, se “hostió”
En el colmo de los despropósitos, Simancas volvió a luchar contra Esperanza Aguirre. Simancas hacía cuatro años que había dejado de ser Simancas. Como diría Mourinho, no era Simancas, era su primo y no el de Zumosol, precisamente. Tampoco era Benzemá. Nuevo desastre socialista en la Comunidad. ¿Y desde Leguina cuántos van…?
Hay gente malintencionada que opina que el PSOE no quiere ganar Madrid. ¿Será verdad semejante infundio? Si no lo es, lo parece. El caso es que durante toda la legislatura, en el Ayuntamiento y en la Asamblea de Madrid, los socialistas no han tenido referencias ni liderazgos. Sebastián, dejó su escaño en la Casa de la Villa, como antes lo había hecho Trinidad Jiménez y anteriormente Fernando Morán y Enrique Curiel. El vacío durante décadas.
A Simancas le fuerzan a abandonar para que, en el Senado, descanse de sus derrotas. Una vez más, el grupo parlamentario socialista se queda descabezado en la Asamblea de Madrid. Mindundis de tercera fila política tratan de hacer frente a la primera división que lidera Esperanza Aguirre. Los resultados están a la vista.
Como gran “esperanza blanca”, Zapatero encuentra en el alcalde más votado de España al hombre que debía liderar el PSM y la “reconquista” de Madrid. Cualquiera que no fuera Zapatero habría visto que el alcalde más votado de España no tenía escaño en el parlamento regional y, por tanto, ninguna posibilidad mediática para de medirse con la Gran Señora de la Asamblea, menos mal, por otra parte. Por más que lo ha intentado, Tomás Gómez, no tiene más dimensión política que la que se cuece en Parla. El particular “Pepito Grillo Blanco” de ZP le ha abierto los ojos, pero otra vez muy tarde.
Y vuelta a empezar, globos sonda con Solana y Rubalcaba hasta llegar a lo que realmente quiere ZP: Lissavetzky y Jiménez. Eso sí, devorando a sus “hijos”, aunque sean chicos de Parla.
Alfonso García