Si aceptamos pulpo como animal de compañía podemos creer que José Luis Rodríguez Zapatero no le ha pedido a Trinidad Jiménez que se presente. Se limitó a destacar la buenísima opinión que tiene de ella y le pidió en vano a Tomás Gómez que se rinda o vaya de número dos. Pero no se lo pidió.
Lanzados los guantes, ahora toca convencer a los socialistas de Madrid de que la lucha se hará en igualdad de condiciones. Una tiene la ejecutiva federal de su parte y el otro ya se anda currando a las federaciones para que los militantes lo apoyen en su pulso con el aparato del partido. Jiménez hará valer sus méritos en cualquiera de los cargos que ha ocupado mientras empieza a estudiar a fondo los problemas de la Comunidad de Madrid. Después de convocar más de 50 asambleas en las que centenares de vecinos le preguntaban lo que les daba la gana, su periplo de fin de semana por pueblecitos y seguir quemándose las pestañas con su tesis sobre gestión sanitaria, Goméz debe ahora aprovechar que casi todos saben quién es para explicar de nuevo sus ideas ante una mayor audiencia.
Porque será “una contienda constructiva y democrática” como dice Zapatero, pero es inevitable que la lucha sea dura y se acabe alborotando el gallinero no en Madrid sino en media España. Gómez se la juega y no tiene nada que perder. “Yo apoyo a Zapatero aunque no me apoye en él” es una buena frase para dejar claro que su adversaria no debe aparecer más como la preferida. Y subrayar su convencimiento de que en esta batalla Ferraz será “neutral” también es un buen aviso. Otra cosa es que luego las cosas se tuerzan y el presidente se prodigue en halagos hacia Jiménez o el aparato haga caer todo su peso sobre Gómez. O las dos cosas.
Luz Sanchis