domingo, noviembre 24, 2024
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Garzón y la Teoría de la Relatividad

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Si partimos de la dimensión espacial como un elemento dado, es evidente que la distancia entre dos puntos es una circunstancia objetiva y mesurable y por tanto las diferentes distancias entre diversos puntos son susceptibles de comparación y de clasificación en términos de mayor o menor.

Si hablamos de distancias geográficas, la que separa a Madrid de Buenos Aires se sitúa en el entorno de los 10.000 km, mientras que el trecho entre la capital de España y La Habana supera escasamente los 7.500 km. A su vez la ciudad porteña del Río de la Plata y la cubana Perla del Caribe distan entre sí unos 4.500 km. Por lo tanto la distancia entre Madrid y Buenos Aires es mayor que la que existe entre Madrid y La Habana , siendo a su vez ambas mayores que la que separa La Habana de Buenos Aires. Esto es un hecho objetivo.

Pero para Garzón todo esto es relativo y la distancia más fácil de salvar es la más larga, la que recorrió para estar presente en la ciudad argentina de Córdoba (a casi 500 km de Buenos Aires) como observador en el juicio seguido contra los dictadores militares que reprimieron Argentina en la segunda década de 1970. Su presencia allá no obedecía a su condición de Magistrado español ni a su curioso estatus de consultor de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional. Salvó el largo camino que separa España de la tierra de la Plata por convicción personal, para dar testimonio de su compromiso en la lucha contra la impunidad de los dictadores sudamericanos.

Con idéntico nivel de compromiso y un poco menos de andadura, podía haberse personado en La Habana y haber hecho extensiva su denuncia a la cruel represión de la más larga de las dictaduras de nuestras tierras hermanas de América, la que lleva más de medio siglo instalada en la isla de Cuba. Pero no le ha parecido apropiado al Magistrado estrella, ni ahora ni nunca antes en el pasado realizar un mínimo gesto en tal sentido. Lo suponemos más en sintonía con esas gestiones que últimamente llevan a los disidentes políticos cubanos al terrible dilema entre la cárcel o el destierro.

Bien pudo Garzón viajar a La Habana en vez de a Argentina (singladura más breve) o mejor aún viajar a Cuba después de su paseo plateño. Después de todo qué son 4.500 km cuando uno ha recorrido ya 11.000. Pero no hará tal el magistrado del plateado mechón. No lo hará porque, al igual que otros distinguidos militantes de la izquierda sectaria –que no es toda la izquierda, ni mucho menos- padece un mal incurable, una perniciosa patología, que se denomina hemiplejia moral, y que impide identificar el horror, la represión y la tiranía en determinadas situaciones, cuando dichas atrocidades las perpetran regímenes de un determinado signo político. Y precisamente ahí está el error, porque las dictaduras son dictaduras, y las etiquetas de derecha o de izquierda sólo son ofensas a tales categorías políticas generales cuando se aplican a regímenes totalitarios. La hemiplejia moral se cura con libertad, con democracia, con una mente abierta y con algo de lectura. Tratar de paliar sus síntomas con baños de multitud y reconocimientos de grupos afines no hace sino agudizar la patología, que cursa con soberbia, intolerancia, mesianismo y sectarismo, pudiendo derivar en otras dolencias más graves y destructivas. Conviene hacérselo ver.

Juan Carlos Olarra

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