domingo, noviembre 24, 2024
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Viajes catalanes

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Vaya por delante que uno nació en Catalunya. Creo que ya lo he dicho en alguna ocasión, pero hoy me perece obligado recordarlo.

Mi larguísima y gratísima estancia en Madrid ha perjudicado el dominio del idioma catalán, ya que tampoco lo practico en la intimidad. Así que realizo periódicamente cursos de inmersión en dicha lengua. No los hago en mi tierra natal, me voy de viaje hacia el Este, pero más allá.

La tendencia natural de los catalanes es Mediterráneo adelante. Norte y Sur. Es lo lógico y supongo que también influyeron las cruzadas, Roger de Flor o Roger de Lauria. Por ello, puntos de Francia, Italia o países de África son los primeros destinos. A partir de ahí: el mundo. Si siguen esta senda pueden llegar a encontrarse con otros españoles, por ejemplo en Hong-Kong, que han elegido la vía del Oeste. Quizás por esta circunstancia tuvimos poca influencia en el descubrimiento de América, pese a que existen algunos datos que indican que Colón tal vez era catalán.

Eso sigue igual en la actualidad. En todos los viajes que he realizado por esos lares siempre me he encontrado matrimonios catalanes, simpáticos, condescendientes, satisfechos y grandes conversadores. En catalán. Claro. Si son de Girona: Bingo. Ya que es el acento que prefiero.

En eso consiste mi curso de inmersión: ligar con ellos. Son gente además muy viajada y que mantienen sus recuerdos en pareja, por lo cual la panorámica de lo que te cuentan es perfecta. Son narraciones en estéreo.

La expresión que utilizan para describir viajes anteriores: “En otoño nos hicimos Ucrania, Rumanía y Hungría”, ya describe que dichos matrimonios  no solo viajan: hacen el viaje. Lo construyen. Piedra a piedra, como obliga la fama de laboriosos que nos precede. Con esta gran experiencia viajera, cualquier cosa que pueda interesarte, sea una mezquita, una cerámica o un tapiz, es objeto de disertación cualificada con ejemplos sobre hallazgos similares en países para mí totalmente desconocidos: Sopistán, Chupistán o Zopistán, pueden ser los nombres, o parecidos, de las nuevas repúblicas que ya “han hecho”. Lo cual también tiene su morbo.

Así que estoy impaciente por conocer a los matrimonios catalanes que sin duda alguna voy a conocer en mi próximo viaje. Pueden ser jubilados, propietarios de un acreditado comercio, “firma” o lo que deseen, en cualquier caso su equipo de viaje será siempre tan ilustrado, tecnológico y completo como su cabeza.

Tal vez algún día me enteraré que estos afables matrimonios que nunca me han fallado, son en realidad unos funcionarios de la Generalitat. Es posible que su misión sea la creación de una buena imagen y la expansión del idioma.

Si es así, hacen muy bien su trabajo.

 

Paco Fochs

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