El último estado en ratificar la Decimocuarta Enmienda fue Ohio – en septiembre de 2003. La Legislatura de Ohio había aprobado la enmienda en 1867, pero rescindió su aprobación un año más tarde, afirmando que era «contraria al interés tácito de la raza blanca». Cuando Ohio corrigió por fin este vergonzoso episodio de la historia, sólo un legislador — el Representante Republicano de Cincinnati Tom Brinkman — votó en contra. Su oposición fue considerada una curiosidad aislada.
Ahora otro político de Ohio, el Representante John Boehner, secretario de la oposición en la Cámara, cuestiona la piedra angular de la Decimocuarta Enmienda: el derecho a la ciudadanía por nacimiento. Se le une el secretario de la oposición en el Senado Mitch McConnell, junto a los Senadores Jon Kyl, R-Ariz., y Lindsey Graham, R-S.C.
La Enmienda reza: «Toda persona nacida o naturalizada en los Estados Unidos, y sujeta por ello a tal jurisdicción, es ciudadana de los Estados Unidos y del Estado en el que reside». No es la única sección de la Constitución en donde el nacimiento es el factor decisivo. Cualquier «ciudadano natural» que cumpla los requisitos de edad y residencia puede ser elegido presidente.
Los críticos de la ciudadanía por nacimiento se rebelan contra el significado evidente de las palabras. En ocasiones afirman que «sujeto por ello a tal jurisdicción» excluye por fuerza a los inmigrantes en situación irregular. No lo hace. Los inmigrantes sin papeles y su descendencia están sujetos por completo al código estadounidense. La idea de «jurisdicción» tenía un significado concreto en el debate del Congreso en torno a la aprobación de la Decimocuarta Enmienda. «La formulación se diseñó», dice el historiador Garrett Epps, «para excluir a dos grupos y solamente dos: (1) los hijos de diplomáticos acreditados en Estados Unidos, y (2) los miembros de las tribus indias que mantenían un estatus oficiosamente soberano según el código federal indio».
Los defensores de la ciudadanía por ascendencia responden: ¿cómo podrían haber tenido intención los arquitectos de la Decimocuarta Enmienda de ampliar la ciudadanía a los hijos de inmigrantes en situación irregular cuando, en 1868, América no tenía ninguna ley que restringiera la inmigración y por tanto no podía tener inmigrantes en situación irregular? Esto evidencia un escaso conocimiento de la historia. En 1868 existía un amplio abanico de leyes federales que restringía la naturalización a los blancos y fijaba periodos de espera para obtener la ciudadanía.
A la Guerra Civil americana no le faltaron inmigrantes impopulares. El censo de 1860 concluía que el 13,2% de la población estadounidense era de origen extranjero. La cifra se sitúa hoy en el 12,3%. Durante el debate de la Decimocuarta Enmienda, el Senador de Pennsylvania Edgar Cowan se quejaba de que la ciudadanía por ascendencia iba a incluir a los gitanos, «que no pagan impuestos; nunca prestan el servicio militar; no hacen nada, en la práctica, que les convierta en ciudadanos». Otros ponían pegas diciendo que los hijos de los trabajadores chinos estarían englobados. Los partidarios de la Decimocuarta Enmienda reconocían ambos casos — y los defendían. El Senador de California John Conness decía: «Estamos totalmente dispuestos a aceptar la disposición propuesta en esta enmienda constitucional, que dice que los derechos civiles y la igualdad ante la ley con respecto a los demás de los hijos de padres mongoles son amparados por la Constitución de los Estados Unidos».
Los Republicanos Radicales que redactaron la enmienda eran, en la práctica, bastante radicales. Eran críticos no sólo con la visión de la ciudadanía que tenía la Confederación, sino con el silencio original de la Constitución en la materia, lo que en su opinión traicionaba la promesa de la Declaración de Independencia. Su principal objetivo quedaba plasmado en la ciudadanía por ascendencia: evitar que una futura mayoría robe los derechos a los niños de cualquier ascendencia, mientras nacieran en América.
El conflicto hoy en torno al derecho a la ciudadanía por ascendencia evidencia el debate de la inmigración en su forma más cruda. Normalmente, los detractores de la inmigración ilegal hablan de dar a los legisladores lo que merecen. Pero esto no se aplica al caso de un menor. Supongamos que nacen dos bebés en, por ejemplo, el Hospital Parkland de Dallas. Uno es hijo de ciudadanos, el otro de inmigrantes en situación irregular. Los críticos del derecho a la ciudadanía ven al hijo de inmigrantes y se sienten… ¿preocupados? ¿Escandalizados? ¿Pero por qué? ¿Consideran a un hijo manchado de alguna manera por la irregularidad de su situación? Eso no parece justo en absoluto. ¿Un lastre a los recursos? No más que un niño pobre. ¿Un extranjero carente de lealtad? ¿Cómo pueden saberlo? ¿Por qué no un soldado, un empresario o como permite específicamente la Constitución, un presidente?
Durante casi siglo y medio, los estadounidenses han adoptado la opinión de que los dos hijos nacidos en el Parkland empiezan sus vidas como iguales. Adquieren sus derechos no a causa de sus padres ni su ascendencia familiar ni el permiso de los políticos, sino a causa de nacer en los Estados Unidos.
La visión radical y humana de la Decimocuarta Enmienda puede expresarse de otra forma: Ningún menor nacido en América será juzgado indigno por John Boehner, porque es su igual.
Michael Gerson