«El Diccionario del Diplomático», compilado por el travieso ex embajador Chas. W. Freeman Jr., contiene este proverbio familiar relativo a las virtudes de la paciencia: «Todo llega al que sabe esperar».
Desde ese punto de vista, la administración Obama encara la ronda de exámenes diplomáticos de este otoño en un embarazoso equilibrio de paciencia e impaciencia. La gente mejor posicionada para esperar el proverbial «todo», lamentablemente, no son los americanos.
El primer acontecimiento de calado por delante puede ser el inicio de las conversaciones directas entre los israelíes y los palestinos. Puede argumentarse que el hecho mismo de que se celebren conversaciones recompensa la estrategia paciente adoptada por la Secretario de Estado Hillary Clinton y el negociador de Oriente Medio George Mitchell. Esperaron a que las partes se terminaran sentando a la mesa en lugar de aspirar a imponer un modelo estadounidense.
El problema reside en que la paciencia en esto funciona en última instancia a favor de los obstruccionistas de la paz, en ambas partes. Ellos son más pacientes que los idealistas. Las bombas de relojería ya están plantadas: El Primer Ministro israelí Binyamin Netanyahu podría negarse a prorrogar su moratoria a la construcción de asentamientos, invitando al Presidente palestino Mahmoud Abbás a abandonar las negociaciones. Abbás puede negarse a discutir el desarme del estado palestino o la existencia de un estado judío, llevando a Netanyahu a marcharse.
Un enfoque mejor en esto (y en otras cuestiones pendientes) sería el de «paciencia plus» — siendo el plus en este caso un conjunto de directrices básicas con las que acompañar el inicio de las conversaciones y dar cierta coherencia al proceso. Una vez sentados los principios, el retraso no saldrá igual de bien a los interesados en echarlo a perder.
El Presidente Obama se ha alineado hasta el momento en este asunto con la paciencia de Clinton. Pero si Obama quiere evitar morirse de asco gracias a los pacientes detractores, es hora de que el presidente añada el «plus».
Una segunda cuestión que pasará factura a la paciencia del todopoderoso es la formación de una nueva administración en Irak. Han pasado ya cinco meses desde las elecciones de marzo que dieron una ajustada victoria al Primer Ministro Ayad Alawi sobre el titular Nouri al-Maliki. Los partidos chiítas aliados en tiempos de Maliki le han abandonado en su mayoría, pero él se sigue aferrando al cargo como si fuera primer ministro vitalicio, al estilo árabe. Mientras tanto, los explosivos siguen detonando por Bagdad.
La administración ha divagado entre la paciencia con el lentísimo proceso político de Irak y la impaciencia con el retorno de nuestras tropas. Esto básicamente ha despejado el terreno a los sujetavelas de Bagdad y Teherán, dispuestos a agotar la paciencia del otro y a los Estados Unidos hasta que el Tigris se congele.
Una vez más, creo que la respuesta es paciencia plus. Estados Unidos tiene que seguir recordando a los iraquíes (como ha intentado hacer esporádicamente el Vicepresidente Biden) que América sigue teniendo tropas en Irak, así como amigos, intereses y «límites insuperables».
Irán es la tercera situación estancada. La administración ha tratado admirablemente de recordar que en esta cuestión administra un bazar de alfombras — y ofrece pacientemente una mezcla de negociaciones y sanciones económicas. (Me gusta la ambigüedad diplomática, de manera que pienso que este enfoque cíclico en ocasiones confuso es idóneo).
Aún así, el tiempo se agota a marchas forzadas, en forma del programa nuclear de Irán. De manera que el «plus» en esta instancia de paciencia plus exige que Estados Unidos explote puntualmente las oportunidades de negociación en cuanto se presenten.
La administración está planeando de forma loable precisamente un examen de diplomacia así: en septiembre u octubre, el grupo «P5 + 1» (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU mas Alemania) e Irán se reunirán probablemente en Ginebra o Bruselas para discutir un amplio abanico de cuestiones, incluyendo la cuestión nuclear; otras conversaciones técnicas podrían desarrollarse en Viena entre Irán, Rusia, Estados Unidos y Francia acerca del uranio enriquecido destinado al Reactor de Investigación de Teherán. Y lo más intrigante, Estados Unidos quiere iniciar un diálogo con Irán acerca de la estabilización de Afganistán.
La prueba final de la paciencia de América es la guerra de Afganistán, acompañada de la volátil situación en el vecino Pakistán. Fijar el plazo límite de julio de 2011 con antelación para el inicio del repliegue de América obviamente incrementa el peso de aquellos que pueden esperar a que nos marchemos. Pero es un hecho político que América es una nación reacia a las guerras que no tiene — y no debe tener — una paciencia infinita con ésta.
Así que esta reflexión paciencia-plus final es simple: América debe apretar las tuercas al máximo a los insurgentes a lo largo del año que viene, y ser tan paciente con los resultados como permita la tónica nacional. Esta campaña de presión debería hacer énfasis en un esfuerzo más decidido por clausurar los refugios de los talibanes en Pakistán. Si los enemigos de los Estados Unidos pierden sus bases de abastecimiento y su libertad de movimiento, el reloj Af-Pak comenzará por fin a correr en favor de América.
David Ignatius