Ayer a las 3 de la tarde en Chile, el presidente Sebastián Piñera conmovió a todos, cuando desde el propio terreno de la mina (adonde se traslado una vez más) exhibió el breve mensaje de los mineros que, hace diecisiete días, están atrapados en un refugio a 682 metros bajo tierra. Los 33 están vivos. El presidente había visto, incluso, imágenes de nueve de ellos, en ese refugio, las que se mostraron luego a los familiares y posteriormente a la prensa.
Los familiares lloraron, gritaron, aplaudieron y se abrazaron en el campamento que el gobierno ha instalado en esa zona, con personal especializado, para los familiares de los 33 hombres que, ya se sabe, están vivos. En Santiago se hacían espontáneas manifestaciones de alegría así como los asistentes a un partido de fútbol en Santiago, donde jugaba el Colo Colo, al difundirse la novedad prorrumpió en aplausos.
Desde que ocurrió este accidente el 5 de agosto no se han escatimado esfuerzos. El presidente Piñera, 48 horas después de lo sucedido, prometió a los familiares que dedicaría todo su esfuerzo y pidió, con ellos, a Dios, la ayuda para rescatarlos. Piñera viajó a Colombia a saludar al electo presidente Santos, pero no se quedó a la asunción pues regresó a su país para seguir de cerca este rescate. Y así, sin escatimar esfuerzo alguno, destacó a los más importantes expertos al lugar y ordenó la compra de maquinaria y aparatos especiales a Estados Unidos y Australia, necesarios para contactar a los mineros. Si duda, la primera imagen, bajo la luz del casco, de uno de los mineros, la primera en verse, alegró su corazón, como ha ocurrido con todos los que nos hemos sentido emocionados al verla por la televisión. Ese rostro que ya recorre el mundo.
Se sabe que la primera señal fue cuando vieron, todos, aflorar pintada de color rojo por los mineros atrapados. Había vida. En ella, cuidadosamente adheridos, vieron luego un sobre que contenía una carta del mayor del grupo (un minero de 63 años) y un mensaje en rojo donde se leía: “Los 33 estamos vivos en el refugio”.
Terminó pues ayer con inmensa alegría la primera etapa: la de ubicarles. Comienza la segunda, el rescate, que llevará meses pues en la parte más profunda del yacimiento es donde se encuentran. Los médicos poseen las fichas médicas de 26 de los mineros, en este momento, y se sabe que están a 35 grados de temperatura y con una humedad de casi un ciento por ciento. Comienza, con guía especializada en todos los aspectos, desde ingenieros a rescatistas, pasando por los médicos y psicólogos, las primeras acciones de comunicación con los mineros. Envío de agua, de alimentos, de medicamentos y el intercambio de mensajes, por determinados ductos, mientras se procede a ampliar a 66 centímetros, con la maquinaria adecuada, el camino recorrido por la sonda que les encontró, para sacar en camillas especiales, uno por vez, a los mineros por tan estrecha vía.
Los festejos, en aquella zona, antes del anochecer estuvieron centrados en medio millar de personas que, sobre el cerro, celebrabaron la vida de los 33 atrapados (“entierrados”, como dijo uno de ellos) agitando una bandera de Chile, la que luego fue ubicada en un mástil. Y es que esa bandera posee un valor impresionante: fue recuperada tras el terremoto y tsunami del 27 de febrero pasado, y se ha convertido en un símbolo de la fuerza y resistencia de los chilenos.
Rubén Loza Aguerrebere