domingo, noviembre 24, 2024
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Ofertas despreciables

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A la espera de que se pronuncien PP y PNV, los senadores ven bien penalizar  a los parados que desprecien puestos de trabajo o cursos de formación. El ministro Celestino Corbacho está convencido de que un mes es un tiempo más que suficiente para sancionar y dejar sin prestación al desempleado que diga que no a una oferta. Hasta ahora, eran cien días. Los miembros del grupo socialista pretendían dejarlo en cero. Como el ministro no parece haber vivido esa experiencia, dice que un mes es lo que un parado necesita para “resituarse”.

Veamos la realidad. Una prestación de 1.100 euros para una persona con un hijo a su cargo. Como eso de encontrar trabajo “de lo suyo” se ha vuelto un imposible, toca hacer cualquier otra cosa. Entre las facturas, aparece una carta del servicio de empleo con una cita para asistir a una sesión informativa sobre un curso que se va a impartir. En el paquete también se incluye un servicio de asesoría para ayudar a presentar un curriculum o mantener una entrevista.

Lo más probable es que se encuentre con una sala en la que 30 o 40 mujeres esperan. Entre ellas habrá jóvenes administrativas, secretarias con amplia experiencia pero con necesidad de ponerse al día, varios licenciados superiores y dos o tres con máster. La empleada de la empresa encargada por la Comunidad de Madrid para este servicio informa amablemente de que los cursos en cuestión consisten en cosas como la manipulación de alimentos o el dominio de las herramientas de Microsoft Office.

Muchas no pueden disimular su desánimo porque ya dominan el Word, el Excel o el arte del Power Point y esperaban algo más. Se van mientras piensan que puede resultar útil a las que trabajaron hace años como secretarias y necesitan ponerse al día. Dudan mucho de que merezca la pena lo del curso de manipulación de alimentos. Mejor seguir buscando por su cuenta. O que aquellas matrículas gratuitas de formación superior que ofreció el Gobierno hace meses no hubieran dejado fuera a los parados mayores de 40 años.

Con ese panorama, el ministro y sus amigos creen que va a descubrir a un montón de vagos que prefieren agotar su paro cómodamente viendo la tele porque ya tienen bastante con esos 1.100 o porque trabajan en negro. Alguno habrá, desde luego. El resto hubiera deseado que le ofrecieran un curso más adecuado a su perfil y a las necesidades del mercado de trabajo.


Luz Sanchis

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