Tras un primer año centrado principalmente en la reforma sanitaria, y el crudo dato del empleo de diciembre de 2009, la administración Obama está al fin por la labor de hablar, en palabras del jefe de gabinete Rahm Emanuel, de «empleo, empleo y empleo». El estratega David Axelrod admitía que el equipo Obama estaba recalibrando el énfasis en la economía. El Presidente Obama decía, «Tenemos que seguir trabajando cada día para poner en marcha otra vez nuestra economía. Para la mayoría de los estadounidenses, y para mí, eso significa puestos de trabajo».
Seis meses más tarde, tras el drama adicional de la reforma sanitaria, una esotérica reforma financiera, un debate nacional de la inmigración y una lenta respuesta a la marea de crudo, el 67% de los estadounidenses dice que el presidente no ha hecho el suficiente énfasis en la creación de empleo.
El informe de la evolución del empleo del mes pasado volvía a ser monótono, abandonando por completo la población activa 181.000 parados de larga duración. El consejo al presidente de los estrategas Demócratas y los nerviosos legisladores Demócratas fue casi unánime: atención al empleo. El presidente procedía a entrar en la polémica de la mezquita de Manhattan, conmemorar el quinto aniversario del Huracán Katrina y dirigirse a la nación con motivo de Irak y Afganistán. Durante una entrevista mantenida el pasado fin de semana con Brian Williams, Obama saltaba a la palestra haciendo declaraciones sobre su religión, sobre la concentración de Glenn Beck en Washington y sobre el movimiento de los que piensan que no es ciudadano estadounidense.
Éste es un presidente que ha perdido el control de su mensaje público. Se desvía sin orden ni concierto, deteniéndose en cada informativo del cable que se encuentra por el camino. Algunos culpan a un equipo asesor y de comunicación reaccionario y falto de disciplina. Pero hay otra
posibilidad. Quizá el Presidente no quiere hablar de creación de empleo porque no tiene gran cosa que decir.
Obama ha intentado un buen número de mensajes económicos. Si no hubiera gastado un montón de dinero, se encontrarían en una situación aún más miserable que la que tienen no ha salido muy bien, especialmente teniendo en cuenta que la administración predecía que su gasto de estímulo mantendría el paro en torno al 8%. Yo no tengo la culpa, es culpa de Bush es negativo y suena raro. Concédame un poco más de tiempo y las cosas se arreglarán parece pasivo y quejumbroso en la misma medida. Obama lanzaría claramente otra andanada de gasto de estímulo si pudiera — el principal enfoque Demócrata sobre la creación de empleo. Pero habiendo consumido holgadamente la paciencia de la opinión pública, no es una opción realista.
Ahora, dos meses antes de las legislativas, el presidente vuelve a intentar la pirueta de la creación de empleo, centrando la atención sobre
unos cuantos recortes tributarios a la pequeña empresa. Pero su mensaje está a punto de verse superado. El principal debate económico de aquí a las elecciones se va a referir a las bajadas de impuestos de 2001 y 2003 — el estimulo económico del Presidente Bush — que expirarán el 31 de diciembre según lo previsto a menos que intervenga el Congreso. Obama ha propuesto eliminar la parte de
ese estímulo que va a las rentas más altas. Los Republicanos se oponen a cualquier subida tributaria en una economía débil. El resultado es un
tenso juego para ver quién se retira antes, con sólo unos cuantos resultados posibles.
En primer lugar, los Demócratas bloquean el veto legislativo en el Senado convenciendo a unos cuantos Republicanos de apoyar una ampliación de las bajadas tributarias de Bush a la clase media pero no a los ricos. La tendencia, sin embargo, apunta en la dirección contraria. Es improbable que los Republicanos concedan al Presidente una victoria legislativa justo antes de las legislativas, particularmente una que sube los impuestos. Y dos senadores Demócratas, Kent Conrad, de Dakota del Norte, y Evan Bayh, de Indiana, han expresado su apoyo a una ampliación temporal por lo menos de todas las bajadas tributarias Bush.
En segundo lugar, Demócratas y Republicanos pueden convenir en una ampliación temporal, aplazando la decisión de las subidas de impuestos
hasta que la economía se consolide. Pero esto supondría una importante derrota para la administración — el abandono de la asentada promesa de revocar los recortes fiscales Bush destinados a los ricos.
En tercero, se produce un enfrentamiento en tablas, que da lugar a la expiración de todos los recortes fiscales Bush — los de la clase media
igual que los de los ricos — golpeando a una economía que lucha por crecer. El problema para Obama reside aquí: hasta el resultado más conveniente para él dentro de esta lucha política tendrá poco que ver con la creación de empleo. Un economista podría decir que los recursos consumidos para ampliar las bajadas tributarias a las rentas altas tendrían un efecto estimulante más rápido si se destinaran en su lugar a los pobres, que ahorran un porcentaje menor de cada dólar que perciben. Pero las subidas fiscales de Obama a los ricos se utilizarían para reducir el déficit, traduciéndose en una contracción neta de la actividad económica. Las subidas tributarias para financiar el gasto ya consumido no estimulan la economía.
De manera que a los Demócratas les queda una difícil elección entre estimular la economía y asediar a impuestos a los ricos. Y el mensaje de
Obama de empleo, empleo y empleo, una vez más, está abocado al olvido.
Michael Gerson