domingo, noviembre 24, 2024
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Un viajecito a Cuba

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Elena Valenciano, que se ocupa –parece ser- de la cosa internacional en el PSOE, y su jefa –no la máxima pero sí su jefa- Leire Pajín, viajan a Cuba para analizar, dicen, el “proceso” de “liberación” de presos políticos en el que el Gobierno español está haciendo “un gran esfuerzo”. Hay que escribir todas estas cosas con comillas ya que si este es el motivo se trata de una mistificación lamentable. Ni hay proceso ni hay liberaciones, para empezar, sino decisiones arbitrarias de la dictadura para expulsar del país a disidentes encarcelados. Cambiar la cárcel por el destierro puede ser conveniente para los presos pero no es una liberación. Por otro lado, estas decisiones de Castro no están motivadas por el buen hacer del ministro Moratinos, seamos serios, sino por el efecto y ell impacto internacional que causó la muerte de Orlando Zapata y la huelga de hambre de Guillermo Fariñas, dos dolorosas heroicidades acompañadas por la denuncia permanente de las Damas de Blanco y por la angustiosa situación económica de la isla a la que el Gobierno cubano es incapaz de hacer frente. Por todo ello, y no por el “gran esfuerzo” de España, la dictadura castrista buscó dos apoyos que le facilitarán las cosas. Uno, como prescriptor, el de la Iglesia a cuya cabeza visible en Cuba se le condujo, además, a viajar por el mundo –Estados Unidos incluido- para lavar la imagen del régimen. Otro, como destinario de los expulsados, España, a la que se empuja, si es necesario, a que a cambio del regalito insista en cambiar la posición común de la Unión Europea sobre las atrocidades y las vulneraciones de derechos en Cuba.

Este ha sido nuestro papel, que hemos hecho malamente sin resolver la situación de los desterrados, y si ahora Valenciano y Pajín van a analizar su marcha con los dirigentes de la dictadura sólo puede deducirse que van a tomar lecciones o a dar cuenta de cómo se puede seguir con este trabajo de limpieza de cara del castrismo y de consecución de ayudas aquí y allá. Tiene que ser algo de eso porque de otro modo no se entiende que, viajando a una dictadura, dos dirigentes socialistas no hagan ni un solo gesto con los disidentes y perseguidos. Es, de todos modos, asombroso que sean precisamente ellas. Aunque resulte inaceptable moralmente, se podría entender, en la dinámica impuesta por Moratinos, que el Gobierno español no quiera mojarse en la defensa de las libertades por aquello de mantener con el cubano la relación de triste preferencia que se desea. Pero que jueguen ese papel, entre servil y mendicante, dos dirigentes socialistas que no tienen responsabilidades de Gobierno y que representan a un partido como el PSOE, dice más del impulso de disolución de los viejos ideales de este partido que de un concepto entre extravagante y parapléjico dela diplomacia privada. Y ellas a la vergüenza política la llaman ahora «un coste político» que asumen. En fin.

Germán Yanke

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