jueves, noviembre 28, 2024
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El Gobierno es como papá

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El paternalismo de los gobiernos suele ser, más que una actitud equivocada –porque no es su papel- una hipocresía. Cuando este empeño por presentarse como papá de los ciudadanos cae en la sobreactuación se vuelve, además, ridículo. Y no sé si por cansancio mental o desconcierto el nuestro, el de Rodríguez Zapatero, se desliza por esa pendiente con una velocidad y energía que bien podía dedicar a otros menesteres. Se trata ahora de presentar al presidente como un hombre sacrificado que se dedica por entero a hacernos felices, incluso a costa de su propia salud y felicidad. Sus amigos ya no pueden verle –como acaba de decir Jesús Caldera, al que encargó pensar en el futuro- porque dedica todo el tiempo a sacarnos de la crisis. Tras el último Consejo de Ministros, la vicepresidenta Fernández de la Vega resumió el programa de actividades: “el Gobierno está dedicado íntegramente a trabajar por el bienestar de los ciudadanos”. Ya antes nos habían explicado que el presidente, este año, no se tomaba vacaciones. Se iba a quedar, al parecer, en el Palacio de la Moncloa trabajando como un buen padre, preocupado por sus díscolos hijos, los que desconfían, los que se divierten como él no puede hacer. La imagen franquista de la lucecita del Pardo, siempre insomne y dedicado a la nación, vuelve como versión socialista del paternalismo gubernamental. No es nuevo: ya durante el famoso “proceso de paz”, Rodríguez Zapatero nos hizo saber que dedicaba, incansable, mientras los demás disfrutábamos o mirábamos las musarañas, mientras la Oposición se iba a las terrazas a leer la prensa, horas y horas, de día y de noche, a traernos la tranquilidad. Ahora, el progreso, el empleo, el crecimiento. ¿Van a ser tan desagradecidos los ciudadanos como para no premiar esta paternal dedicación?

El asunto, además de un tanto cursi, debe tener su intríngulis estratégica, porque el agradecimiento al padre es, fundamentalmente, por su esfuerzo. Si las cosas no salen como está previsto se echa la culpa a otros, no al papá diligente que, cuando nos vamos a la cama, sigue en su mesa, devanándose los sesos, envuelto en papeles, con un mal café que le mantenga despierto. En el caso del Gobierno está visión no es una caricatura: la culpa la tiene el PP que gobernaba hace más de seis años, el capitalismo internacional, el orgullo de Alemania, las agencias de calificación, los mercados, el sursum corda. Nunca el padre de todos nosotros que no hace otra cosa que sacrificarse. Si deja que se le reproche algo es sólo mala suerte. “Mira a tu padre –dice mamá-, qué ojeras, que desgraciada dedicación, qué sacrificio”. Nadie debe escaparse del escenario del paternalismo porque, de otro modo, lo que se le exigiría no es aquello que produce emocionado agradecimiento, sino eficacia en la gestión, claridad, coherencia. Pero claro, eso es demasiado pedir para un padre atribulado…

Germán Yanke

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