Por lo visto, el domingo 28 de noviembre los catalanes deben decidir no su futuro inmediato sino el de “toda una generación”. Asusta ¿no? En el par de segundos que lleva meter el sobre en la urna, el catalán de bien se jugará su vida y hasta la de sus hijos. En su afán por movilizar a los socialistas que votan en las generales a su partido pero le dan al sofá o al bricolaje cuando hay elecciones autonómicas, el president José Montilla ha sentenciado que el nivel de alerta debe ser el rojo. A la vez pide que no se encienda “la hoguera de las identidades”.
Para acompañarle en una tarea tan trascendental y para quedarse después de la derrota, nadie mejor que Celestino Corbacho, un alcalde que probó en sus carnes lo que es la inmigración y la gestión de una ciudad adosada a Barcelona. Algunos lo llaman el “ministro del paro” pero Corbacho es de esos hombres duros, que encandilan a las bases y que puede despertar a los vecinos de L’Hospitalet y otras ciudades del cinturón rojo. Que el desempleo sea en esas zonas el principal problema, añade mucha emoción a la cosa.
La paridad con la que debe hacer las listas Montilla es doble. Tienen que ser dos chicos y dos chicas. Además, dos de los cuatro deben ser catalanistas y los otros dos tienen que presumir de un alma más española, para entendernos. Eso de las sensibilidades es como lo quieras vender. En realidad, todos los del PSC son catalanistas, sólo que unos más que otros. Corbacho debía llevar el dorsal de la selección española pero fue poner volver a poner el pie en Cataluña hace dos días y asegurar que se siente catalanista porque no entiende “una España sin Cataluña”. Montserrat Tura –una mujer fuerte a la que El Periódico aludió como “Gran JefaTura” cuando fue responsable de los Mossos d’Esquadra —y Laia Bonet, secretaria del Govern, irían por la parte más catalana. Alguien tiene que sustituir al autoexcluido Antoni Castells.
Las encuestas indican que CiU será la opción preferida. Como ha venido pasando hasta ahora. Otra cosa es que el mayor número de votos permita gormar gobierno a la coalición nacionalista que lidera Artur Mas. Ya por la tarde, los catalanes tienen otra misión trascendental: ver jugar al Barça. Una derrota ante el Madrid no tendrá mayores consecuencias que un rato de mal humor.
Luz Sanchis