Quedan veinte días para la anunciada huelga general y los sindicatos se empeñan en “calentar motores” con declaraciones públicas, reuniones de dirigentes regionales que quieren dar la impresión de una movilización ya en marcha, cartelería, vídeos extravagantes y demás. Da la impresión, con las sensaciones que se advierten y la confirmación de las encuestas, que no sólo pretenden que sea un éxito sino, sencillamente, que sea, porque el ambiente no es por el momento muy propicio. UGT y Comisiones Obreras pensaron quizá que el malestar general por la situación económica, la sorpresa de algunos por el cambio de política del Gobierno y la desconfianza más general en éste constituían el caldo de cultivo adecuado para la convocatoria de huelga aunque y desde el principio debieron ver que la cosa no estaba fácil: la experiencia de la huelga de funcionarios, directamente afectados por el recorte, fue un fracaso y demoraron esta convocatoria a un día de movilizaciones en Europa que, por si acaso, le querían dar otro aire.
Los sindicatos tiene dos problemas. Uno, que no aclaran exactamente por qué se toma una decisión de un gravedad como la de una huelga general, con sus consecuencias económicas directas tanto para el país como para los asalariados que la secunden. Un día parece que es la reforma laboral; otro, el cambio de política del Gobierno apuntándose a duros ajustes; el tercero, el capitalismo rampante; al día siguiente, como se quiere mostrar en ese vídeo lamentable de UGT, los malvados empresarios; el quinto, la Oposición. Luego llega el fin de semana y descansan o se van a Rodiezno a pasar, en el fondo, un mal rato, porque ni aquello funcionó como estaba previsto. Si ahora, como dijeron ayer, pretenden que la huelga obligue al Gobierno a cambiar de nuevo –y radicalmente- de política económica, tienen más voluntad que realismo. Pero no cobra un día o, visto desde otro punto de vista, no producir un día exige tanto realismo como voluntad.
Por otra parte, no han estado hasta ahora muy atentos (ni cuando eran amigos del Gobierno ni cuando se volvieron en su contra) a defender los intereses concretos de muchos de los trabajadores y, además, de los millones que lo han dejado de ser, esperemos que temporalmente, por la crisis económica. Se han dado a conocer datos concretos sobre bajas en la afiliación y muestras de desafección, pero todo ello se encuadra en un clima de desconfianza del que tendrían que ser conscientes y que muy difícilmente va a remediar en las jornadas que quedan hasta el 29 de septiembre. Ya no pueden dar marcha atrás pero no estaría de más que, de cara al futuro, no olviden lo que –amigos o enemigos del Gobierno- han dejado arrumbado en este tiempo. Quizá lo que cambie la huelga es la estrategia de los sindicatos.
Germán Yanke