viernes, enero 24, 2025
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En los días de perros, un maullido de gato

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El Presidente Obama se quejaba esta semana de que sus detractores «me hablan como a un perro»,

¡No! ¡Republicanos malos! ¡Suéltalo! Siéntate — y escucha: El presidente no es un perro, y es insultante hablar de él en esos términos. El presidente es un gato.


Los perros son gregarios y son manejados con facilidad. Se comunican por gruñidos, aullidos y mordiscos. Tienden a aullar y a ladrar al mismo tiempo. Son disciplinados y obedecen a sus amos. Abandonados sin supervisión durante largos periodos, destrozan la casa. Son, en otras palabras, Republicanos.


Los gatos, en contraste, son solitarios, independientes y quisquillosos. Se niegan a ser conducidos en grupo y se esconden tras el mobiliario cuando se sienten amenazados. No se les entrena con facilidad y pocas veces acuden cuando se les llama. Son furtivos y asustadizos. Son, en otras palabras, Demócratas.


El enfoque de los Demócratas sobre la crisis económica ha sido felino desde el principio. Intimidados por todos los ladridos Republicanos, se resistieron a la llamada de algunos entre sus propias filas a aprobar una batería de medidas de estímulo económico mayor el pasado año. Ahora está claro que el estímulo fue insuficiente — y los Demócratas lo van a pagar en noviembre.


La nueva encuesta Washington Post/ ABC News concluye que, entre los votantes más probables de noviembre, los Republicanos tienen una ventaja de 13 puntos sobre los Demócratas. Varios modelos académicos sitúan a los Demócratas perdiendo alrededor de 50 escaños en la Cámara, con la suficiente facilidad para ceder la mayoría a los Republicanos. Los tibios Demócratas tienen la culpa por elevar el déficit sin reclamar ningún mérito de mejorar la economía; en la encuesta Post/ ABC, el 92% dice que la economía está en mala forma y sólo 3 de cada 10 piensan que las políticas de Obama están mejorando las cosas.


Ahora Obama reacciona por instinto: está haciendo el equivalente político de esconderse bajo la cama. Su Casa Blanca, rechazando ideas más ambiciosos como una retención en las nóminas de las plantillas de las empresas extranjeras con derecho a bajadas tributarias, ofrece una variante ligera (¿un desayuno de perro?) de medidas de rebaja fiscal antes propuestas de forma informal y proyectos de infraestructuras demasiado pequeños para surtir algún efecto y demasiado tarde para tener algún impacto real en las elecciones, y demasiado cerca de las elecciones para lograr apoyos en el Capitolio.


«Bien, esta es la verdad sincera, la verdad simple: no hay panaceas», decía Obama al abrir su discurso de persuasión el lunes en Milwaukee explicando las nuevas medidas. A pesar de todas sus combativas palabras dirigidas a los Republicanos, Obama intuyó la necesidad de tranquilizar a la oposición diciendo que las modestas propuestas «serán totalmente financiadas» y «no se sumarán al déficit a largo plazo». El escaldado gato rehusó mencionar al menos el coste de la propuesta.


Una sesión informativa ofrecida a la prensa antes del discurso por altos funcionarios de la administración, bajo anonimato, revelaba lo tibias que son las propuestas:


P. ¿Cuál es su cálculo del número de empleos que se van a crear?


R. No tenemos una estimación del número de empleos.


P. ¿Qué tiene en mente en términos de duración?


A. No quiero hacer una predicción en términos de tiempo.


P. Entonces cuál es su proyección más optimista… cuándo vamos a empezar a ver generados puestos de trabajo como resultado de todo esto.


A. En el año 2011.


P. ¿Y hablamos de enero de 2011 o de diciembre de 2011?


A. A lo largo del curso de 2011.


Obama en persona no debe de haber sido informado, porque dijo a la audiencia de Milwaukee que el plan «creará empleo con efecto inmediato».


Por supuesto, la tibieza de las propuestas no impidió ladrar a los Republicanos. «La Casa Blanca ha elegido subir las apuestas de más gasto ‘de estímulo’ fallido», decía el futuro presidente de la Cámara John Boehner (Ohio). «Otro partido jugado según el mismo reglamento Keynesiano fallido», añadía el futuro secretario de la mayoría en la Cámara Eric Cantor (Virginia).


Hasta la rebaja fiscal a las empresas, que los Republicanos han apoyado, se topaba con aullidos de escarnio. El Senador John McCain descartaba la medida por «trillada» y por ser «una conversión de última hora».


¿Y los Demócratas? Como es costumbre, salieron en estampida, como gatos mojados y húmedos en todas direcciones. Peter Orszag nada menos, el hasta hace poco leal director de presupuestos de Obama, utilizaba una columna en el New York Times para minar los planes de su antiguo patrón de no prorrogar las bajadas tributarias Bush en el caso de aquellas rentas superiores a los 250.000 dólares.


Con los Demócratas buscando refugio y los Republicanos gruñendo, el secretario de prensa de la Casa Blanca Robert Gibbs salía a la palestra la tarde del martes y se negaba hasta a considerar las propuestas de Obama «paquete de estímulo». Tranquilizaba a la prensa diciendo que «no se acerca ni de lejos a los niveles» del estímulo del año pasado.


No es que importe, porque la Casa Blanca ni siquiera espera que supere el trámite antes de las elecciones. «Entendemos el periodo al que entramos en Washington», decía Gibbs.


Sí. Son los días de perros.

Dana Milbank

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